Sí, como suena, cifras de muchos dígitos memorizadas. Decía que era una mera cuestión de concentración, lo cual, convendrán conmigo y con todos los aquejados de Alzheimer, tiene muchos bemoles.
Fornesa también se jubila haciendo gala de ecuanimidad y de sencillez, dos virtudes desconocidas en las altas esferas. Es privilegio de la experiencia poner el dedo en la llaga. Cuando menos, en las siguientes cuestiones:
1. El consumo, y el consumo a crédito, con deuda, es decir, lo que hoy denominamos apalancamiento, ha sido la causa de la crisis. Muy cierto.
Todo el mundo tiene culpa de ello, dado que nadie te obliga al frenesí consumidor aunque ayuda encontrar con facilidad un banco que te financie cualquier compra. Como dice, Fornesa, la servidumbre de la democracia es que ningún político se atreva a mitigar los entusiasmos de los ciudadanos, a enfrentarse a los deseos de los votantes. Por eso, concluye, la culpa de la crisis la tenemos todos.
Y es cierto. Ahora bien, gobernar no puede consistir en dejar hacer y luego, cuando llegan las consecuencias, obligar a hacer. Es decir, aumentar tasas e impuestos para financiar la crisis.
Un detalle, su paisano, Sánchez Llibre, uno de los portavoces parlamentarios de CIU, ha presentado una proposición de ley harto interesante: reducir los lapsos máximos de pago de las administraciones públicas a 30 días y los privados a 90. Parece una medida lógica, interesante, que reduciría el tiempo de pago y que reduciría las ventas a crédito. No creo que ningún liberal pueda sentirse ofendido por ello.
2. Como segunda causa de la crisis, Fornesa habla de las maravillosas prácticas financieras norteamericanas, en referencia no citada a la especulación financiera en Wall Street. Y así es, en efecto. De esta forma, se cierra el círculo: especulación financiera y apalancamiento empresarial y ciudadano han sido la causa de la crisis. La primera otorgó el océano de liquidez para los préstamos alegres y para crear una burbuja que nada tenía que ver con la economía real. La segunda, el endeudamiento de particulares y empresas que llevó a la quiebra a unos y a otros. Se trataba de parar eso. ¿Cómo? Dejando quebrar a los especuladores, justo lo contrario de lo que se está haciendo en ambos lados del océano.
Fornesa, como buen banquero, no le agrada especialmente la quiebra de entidades, pero es lo suficientemente sincero como para asegurar que toda ayuda pública a la banca termina por resultar una injusticia, aunque sólo sea porque favorece a los malos gestores y castiga, por agravio comparativo, a los buenos.
Yo diría algo más, las ayudas, además, resultan nocivas por cuanto ayudan a los especuladores a repetir la hazaña, sabedores de que la catástrofe que han provocado -salvo que media estafa, como en el caso Madoff- no sólo no es castigada sino premiada por el erario público, al menos, mientras los tales especuladores tengan en su manos el ahorro y la jubilación de millones de personas. Ya saben, lo de Barreiros: Ya debo ...millones. Ya puedo dormir tranquilo. Mi deuda, es una deuda de Estado.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com