El PNV también quiere su empresa energética

 

Seamos francos: A los vascos no les gusta que el presidente de su buque insignia, al menos económica, el BBVA, esté dirigido por un señor de Chantada, provincia de Lugo, que acostumbra a comer un yogur y una manzana. Ni los "tripatzais" ni los "tripaundis", tan amantes de la buena mesa, están dispuestos a que, por si no fuera poco insultar a la idiosincrasia vascongada, encima termine tan pantagruélicos banquetes haciendo ‘footing" por el parque Santa Casilda rodeado de guardaespaldas.

 

Es igual. Lo cierto es que la aristocracia de Neguri, expulsada por González del BBVA, no se ha preocupado de salvar su honor personal. Ejecutivos expulsados, como Pedro Luis Uriarte, han hecho tímidos intentos de comenzar la reconquista, pero todo ha quedado en nada: FG,  con un régimen basado en manzana y yogur, ha españolizado el segundo banco español y ha reducido el Consejo de Administración hasta la mínima expresión.

 

No sólo terminó con Neguri, sino también con las grandes fortunas (Cortina, Koplowitz, Entrecanales, etc.), que se habían sumado a la españolización del banco vasco.

 

Pero no ha sido el único cambio introducido por FG que ha irritado al PNV. Desde un primer momento, FG se mostró poco amante de la inversión industrial (los dos bancos vascos, Bilbao y Vizcaya, se convirtieron en ejes de importantes grupos industriales) y dispuesto a vender las joyas de la corona, especialmente Iberdrola y Repsol, a cambio de fusionarse con otro banco.

 

Más. Las relaciones entre el Gobierno del "lehendakari", Juan José Ibarreche, y FG han sido gélidas. Por Bilbao pasa, porque allí vive, el consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, a quien un accionista llegó a calificar como "el único que queda de los nuestros".

 

Y más aún: FG se libró, también, de sus propios consejeros de Argentaria, más o menos ligados a las fuerzas vivas madrileñas. Por ejemplo, despidió a Gregorio Marañón, hombre muy próximo a Polanco y consejero de Prisa, y al vicepresidente Jesús María Caínzos, amigo de Rodrigo Rato y, probablemente, el consejero más "trabajador de todo el año". Al final, bien puede concluirse que FG no representa ni al PNV ni al PP, ni al Gobierno de Vitoria ni al de Madrid, ni a los nacionalistas ni a las grandes fortunas españolistas: FG es, ante todo,  "frangonzalista".

 

Ahora bien, el panorama ha cambiado con la victoria del Ejecutivo Zapatero. Por de pronto, el ministro de Industria, José Montilla, socialista catalán, está empeñado en que La Caixa lidere un grupo energético producto de la fusión entre Gas Natural y Endesa, a lo que podría sumarse Aguas de Barcelona. Ha sido el momento en el que el PNV ha levantado el brazo para pedir su propia compañía energética, por ejemplo, con la fusión de Repsol YPF e Iberdrola. Ahora bien, el BBVA es el accionista de referencia en ambas compañías (en Iberdrola por detrás de la caja vizcaína BBK) y los nacionalistas vascos no dudarían en pedir a sus aliados (transitorios) del PSOE que despejaran el camino. No sólo hacia esa fusión, sino hacia la recuperación del BBVA para los vascos: es decir, que se largue Francisco González.

 

El lunes 31, durante un seminario de Economía, el "lehendakari" Ibarreche se vio rodeado por las fuerzas vivas de la economía vasca. Allí estaban Alechu Echevarría, del Grupo Vocento, Goirigolzarri (BBVA), el consejero delegado de Iberdrola, Ignacio S. Galán, el presidente del Grupo Mondragón (la cooperativa más grande de Europa), Jesús Catania, o el presidente de la patronal vasca Confebask, el casi nacionalista Román Knörr. La presencia de FG en el acto se hubiera considerado casi ofensiva. Allí aprovechó Ibarreche para relanzar su plan soberanista, porque no se fía del PSOE, y porque el diálogo y el talante de Zapatero terminan donde empieza su necesidad: en mantenerse en La Moncloa.

 

Con mucho gusto, Zapatero "devolvería" al PNV el control sobre el BBVA y una gran eléctrica vasca, pero lo que no va a hacer es bendecir el Plan Ibarreche: podría perder demasiados votos en el resto del país o provocar incluso una ruptura en el PSOE.

 

Y todos estos vectores confluyen en un único punto: Sobra FG. No le quieren los nacionalistas y puede resultar una interesante moneda de cambio para los socialistas.