Ni todo el poder manipulador del Grupo Prisa ha logrado ocultar la bofetada que Europa ha dado al campo español con las reformas del olivar, el algodón y el tabaco, especialmente con este último. La ministra de Agricultura de Zapatero, Elena Espinosa, ha tenido la caradura de retirar el recurso contra la decisión del Consejo de Ministros de Agricultura, simplemente porque en una reunión posterior, de tipo técnico, se consiguieron ayudas al olivar por 20 millones de euros.

 

El sector, y la propia Junta de Andalucía, regida por el PSOE, consideraba que el olivar andaluz (primer productor mundial) precisaba una ayuda de 200 millones de euros simplemente para mantener el nivel de producción (sobre todo, de ingresos) actuales. Bruselas nos hubiese concedido de buena gana los 20 millones de euros ya antes de darnos el varapalo. Pues bien, para la Ser y El País esa cantidad supone todo un logro, como si se hubiese recuperado lo perdido.

 

No cuela. Zapatero apoyó la Constitución Europea y el nuevo reparto de poder en Europa sin pedir nada a cambio. Francia y Alemania le han tomado la palabra. A fin de cuentas, cada día nace un tonto. Así que la vicepresidente del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, ha pedido solidaridad con la titular del Departamento de Agricultura. Para ello, la consigna es sencilla: Sólo negoció el acuerdo durante tres días, cuando el PP llevaba 9 meses de negociación. Los entendidos saben que no cuela. Las negociaciones en Bruselas se realizan sobre informes que explicitan la situación, pero sin cifras o conclusiones resultantes, que se negocian en el último minuto. Y si las cosas se ponen negras, se negocian entre jefes de Gobierno. 

 

Y lo más gracioso es que la medida anti-española de Bruselas, verdadero castigo al principal productor de aceite de oliva del mundo, camina en la dirección correcta. En efecto, la PAC debe desaparecer, porque perjudica tremendamente al Tercer Mundo. Pero para comenzar su eliminación, no puede permitirse que los damnificados sean siempre los mismos. Desde luego, Francia no hubiera tolerado un acuerdo similar para la leche, el vino o el azúcar. Que una cosa son los Estados Unidos de Europa y, otra, mucho más importante, el voto del agricultor francés.