Aún no he podido leer las mujeres que no amaban a los hombres, del ex diputado de Partido Socialista Andaluz (PSA), Diego de los Santos, pero me bastan  con sus espléndidas declaraciones, por ejemplo, en la entrevista con Virginia Ródenas para el ABC del domingo 14.

Allí van esas perlas: lo más grave de la Ley contra la Violencia de género es que acaba con la presunción de inocencia del hombre.

Desde su entrada en vigor, y hasta junio de 2009, se acumulaban en España más de 600.000 denuncias por los llamados malos tratos, de las que hasta un 86% podrían ser denuncias falsas o abusivas. Estas cifras corresponden al juez Francisco Serrano, otro que ya no ha podido soportar la prevaricación permanente de los juzgados creados al efecto sino la mentira socialmente aceptada de que el varón es un asesino miserable y la mujer una santa. El lobby feminista ya le considera la pieza a batir y la cacería ha comenzado. Emplean las mismas fórmulas goebelianas que empleó el otro lobby, el lobby gay, contra el juez Fernando Ferrín.

Volvamos a Diego de los Santos: La mayoría de los hombres denunciados son sometidos al protocolo de detención obligatoria ante la mera denuncia y a una serie de medidas cautelares desproporcionadas que van desde el alejamiento a la salida inmediata del domicilio, suspensión del régimen de visitas a sus hijos o su inclusión en un registro de maltratadores. Y todo ello antes de ser juzgados, antes incuso de haber sido siquiera escuchados y, en la mayoría de los casos, estigmatizados para siempre.

¿Cómo es posible tamaña injusticia, tamaño aparato represivo, tamaña prevaricación generalizada? Pues porque ahora mismo, más de 100.000 personas, y me quedo muy corto, están contratadas para desarrollar todas esas políticas de igualdad. Y claro, el órgano funcionarial siempre crea la función por la que le pagan el salario, aunque sea la de despellejar al prójimo.

El feminismo es peor que el racismo, porque aquí el objetivo son las personas con las que convivimos en intimidad. En efecto, estamos en la guerra civil total, media humanidad contra otra media. Y en las trincheras, marido contra mujer. Eso sí, ésta última cuenta con todo el apoyo represivo del Estado zapateril. 

Los varones destrozados por la Ley contra la violencia de género llaman al lobby feminista, las feminazis. Lo son, en efecto. Hitler no consiguió en su Alemania autocrática estas cifras: Más del 12% del total de reclusos en la cárceles españolas lo son por la aplicación de la Ley de violencia de género y una de cada cuatro separaciones se articula a través de las denuncias por malos tratos. Ha corrido la voz: para divorciarte de tu marido lo mejor es mentir: dices que te maltrata y conseguirán a los hijos, todo el patrimonio y que el odiado compañero dé con sus huesos en la cárcel. Todo ello a cambio de un perjurio alentado por la ley, el Gobierno y los jueces, o juezas, de violencia de género. 

Es, como dice Diego de los Santos, la nueva lucha de clases, ahora de sexos, sólo superada en crueldad por el otro sueño feminista -el aborto-.

Termino con un elenco de noticias sobre violencia de género, recopilados por otra víctima de las feminazis, que recoge un mes, sólo un mes, de titulares: Merece la pena echarle un vistazo.  

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com