Si yo fuera obispo no haría mucho caso del acuerdo comercial -fusión de hecho- que propone el grupo Vocento a la COPE con la connivencia de Federico Jiménez, del que dábamos cuenta ayer.

Por cierto, si, como él defiende, la COPE depende de su invaluable aportación a la empresa, ¿por qué ese empeño en quedarse? A ver si resulta que es Jiménez quien necesita a la COPE y no la COPE quien precisa de Jiménez.

En cualquier caso, habrá que distinguir entre quienes están dispuestos a dar su vida por Dios y quienes están dispuestos a dar incluso su cartera. En el caso de Jiménez, ni la vida ni la cartera, pero no se le puede acusar ni de la primera ni de la segunda omisión, que el muchacho es agnóstico. Lo único que puede hacer es cobrar por insultar, su especialidad. Bueno, al menos lo era, porque el título de uno de sus últimos artículos para explicar su cese -ahora presunto- en la COPE, me ha llenado de alborozo: Una derrota del catolicismo social. Años de debates entre los eruditos no habían conseguido una conclusión tan meridiana: el catolicismo social es... ¡Federico!

Por otro lado, un lector asegura que sin Federico la COPE se queda en el esqueleto. No lo creo, pero lo que es seguro es que con Federico se queda en grasa. Jiménez representa el estilo cangrejo para un medio confesional católico: duro por fuera y blando por dentro.

Pero dejemos a Jiménez y sus campañas de propaganda para salvar su puesto y su patrimonio. Vamos con Vocento, cuya oferta resulta especialmente peligrosa.

Decíamos ayer que la Iglesia siente ciertos reparos porque las familias vascas, principales accionistas de Vocento junto a los Luca de Tena, por la operación EDICA. Ojo al dato, que el testimonio no tiene desperdicio:

Los periódicos de provincia de la Editorial Católica (La Verdad, Ideal y Hoy) daban beneficios. El único que perdía era El Ideal Gallego, pero ese no entró en el paquete. No recuerdo quién se quedó con él. Con los tres periódicos de provincia que daban beneficios, incluidos los inmuebles, solares, maquinarias, mobiliario etc. se quedaron los vascos de El Correo directamente, y con el YA, que daba pérdidas, se quedaron a través de una empresa interpuesta, Capitol, todo por unos 2.000 millones. Al YA lo echaron a un local alquilado de Alcobendas y vendieron el inmueble construido sobre una parcela de una hectárea, junto a la plaza Castilla (calle Mateo Inurria), absolutamente libre de cargas, en una operación inmobiliaria de las que marcan época. El Ya, sin patrimonio, fue de dueño en dueño, cada vez con mayores pérdidas hasta que murió por inanición. Por eso el cardenal Suquía, que era guipuzcoano, cuando se dio cuenta de que aquellos empresarios "católicos"  vascos de El Correo (hoy Vocento)  lo habían engañado (puesto que le entregaron por dos perras todos esos medios con la idea, pobres ingenuos, de que "tales católicos", hijos de la Iglesia, fuesen los encargados de potenciar el periodismo católico en toda España), se refería a ellos llamándoles "los vizcaínos". 

Ah!, y otro dato más, interesantísimo. No mucho tiempo antes de la "gran operación", el Episcopado alemán le regaló al Episcopado español, para YA, una estupenda rotativa. Cuando se produjo el desgarramiento del YA, arrinconado en Alcobendas, los vascos le dotaron de una rotativa de segunda mano y vendieron -o sabe Dios qué hicieron con ella- la que los obispos alemanes habían regalado a los españoles.

Pues bien, podemos pasar de una COPE que no evangeliza, secuestrada como está por Federico Jiménez y César Vidal, a una COPE igualmente controlada por la banda de Jiménez con el añadido de los vizcaínos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com