Escasas escritoras expresan tan bien como ella los zarandeos eruditos del siglo XX. Criada en el regazo de la opulencia, poeta y feminista, Ernestina de Champourcin optó por los republicanos por convencimiento propio, aunque sus camaradas se mosqueaban de ella.

Inmediatamente después de la conflagración civil en España, emigró camino del destierro en México.

Se repatrió treinta años después, a un Madrid irreconocible. Estas decepciones tuvieron una importante trascendencia en su escritura poética. Poesía esencial, recoge los fundamentales trajines en verso de Ernestina de Champourcin, volumen editado por la fundación de una importante entidad bancaria. En la introducción de Jaime Siles, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Valencia, subraya la notable pasión de la que hace ostentación la poesía de De Champourcin.

Acto seguido de la defunción de su esposo, el igualmente escritor, Juan José Domenchina, en el confinamiento azteca a inicios de los años 50, la poeta se inclinó primero por la mística y, posteriormente, por la religión. Ello esclarece su incorporación al Opus Dei, algo insólito para una roja, aseveró Siles. Cuando la fábula parece que sucumbe, lo sublime que le dura a Ernestina de Champourcin es la noción de Cristo.

Su postrero lapso de tiempo en nuestro país, la poeta redacta haikús espirituales, esto es, estrofas japonesas de tres versos, sin rima, que suman diecisiete sílabas.

Clemente Ferrer Roselló

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