"La ejecución de un ser humano nunca es un acto de justicia, sino de venganza y por lo tanto un fracaso de la Administración de Justicia". Puedo asegurarles que esto no lo ha dicho, el provida Jesús Poveda, ni Benedicto XVI: lo ha dicho el ministro de Asuntos Exteriores del Reino de España, señor Miguel Ángel Moratinos.

Y no, al parecer, Moratinos estaba pensando en Guantánamo o en el corredor de la muerte norteamericano -no chino, ni saudí, ni iraní, claro está- pero de ningún modo estaba pensando en Eluana, la mujer italiana a la que un juez ha ordenado que se deje de alimentar y, por tanto, muera de inanición. Eluana respiraba por sí misma, pero estaba en coma -vegetal, gustan decir los amantes de la eutanasia-.

Su familia es la que ha pedido que la maten, lo que supongo que Moratinos interpretará como un fracaso de la administración de justicia. Y todo ello sabiendo que otras Eluanas han salido adelante incluso desde un estado vegetativo más precario aún, e incluso tras haber vivido más tiempo en el valle de las sombras.

Cuidar a un "vegetal" es como cuidar a un recién nacido: es donde los seres humanos dan lo mejor de sí mismos. Porque un bebé o un vegetal no dan otra cosa que su presencia: por lo demás, piden.

Y quién sabe si se repetirá la historia del águila de Tagore, el hermoso animal que dejó de luchar por romper la cadena que le tenía aherrojado... justo cuando, en el último intento, había conseguido liberarse. En otras palabras, ¿cuánto le faltaba a Eluana para despertar?

A la sociedad moderna le pierde la eficiencia. Mejor, el progresista ama la muerte pero odia el dolor y, sobre todo, no soporta la debilidad. Por eso, para sus familiares, Eluana debía morir: ellos la amaban así. Un castizo lo traduciría de esta guisa: muerto el perro se acabó la rabia.

Eulogio López