El último congreso de Eusko Alkartasuna (EA) ya puso de relieve las distintas sensibilidades en el seno del partido. La rama guipuzcoana (a la que pertenece su presidenta Begoña Errazti) es más bien proclive a un acercamiento al PNV. ¿La razón? El recuerdo en el subconsciente colectivo del acoso sufrido por grupos abertzales durante los años 90 en la construcción de la autovía de Leizarán que une San Sebastián con Pamplona.
Por su parte, los vizcaínos se muestran más cercanos al entorno de Batasuna. La división resulta curiosa porque es exactamente la inversa que la que vive el PNV. Los peneuvistas guipuzcoanos (Joseba Eguibar al frente) son tan cercanos a Batasuna como para darles voz y voto en sus consistorios, aunque no sean cargos electos. Por el contrario, los peneuvistas de Vizcaya (Josu Jon Imaz) se muestran partidarios de marcar distancias con los violentos. En el PNV gana Imaz. En EA, ya veremos.
Por lo demás, el "lehendakari" Ibarretxe sigue aferrado a su plan soberanista. No plantea ningún tipo de renuncia y confía en que el avance en el soberanismo significaría la desaparición de ETA. Se olvida de que el plan Ibarretxe no es el plan de ETA y que por tanto, no hay ningún motivo para pensar que los asesinos vayan a contentarse con un proyecto que mantiene lazos con España y no aboga por la revolución marxista. Ingenuidades, las justas, que nos jugamos la paz.