Cuando Florentino Pérez llegó al Real Madrid se cargó la madridismo. Impuso la llegada de estrellas carísimas que no sentían ni los colores ni vivían el espíritu del Real Madrid. ¿Cuál era ese espíritu? Pues que a un chaval de Vallecas le colocabas una camiseta banca y se mataba en el campo. Y cobraba la centésima parte que los galácticos que cotizan en bolsa y que, además, en lugar de ser un buen ejemplo para la infancia que les sigue son unos horteras-cretinos de grandes proporciones.
Se suponía que el madridismo era una muestra de olimpismo. Pero ya se ve en que han degenerado los juegos. La estrella de la Olimpiada de Londres es el jamaicano Usain Bolt (en la imagen), rey de la velocidad, un verdadero portento atlético… y un hortera de mucho cuidado que se autocalifica a sí mismo como "leyenda" y cuyo estilo consiste en burlarse de sus competidores durante los últimos metros para demostrarles su aplastante superioridad. Al parecer, el olimpismo, al igual que el madridismo, y por idéntica razón, es decir, el dinero, ha renunciado a su mayor virtud: la humildad.
Eulogio López
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