A los españoles nos encanta flagelarnos. La mañana del viernes ha amanecido con la noticia de que la deuda española ha superado el 60% por una décima, es decir que hemos suspendido con un 4,99, porque resulta que el Pacto de Competitividad impone el límite del 60%. Terrible, feroz, esto se acaba muchachos, es el final.

Pues no, no es el final. España tiene poca deuda, sí poca, menos que Reino Unido, Francia, Alemania, Italia o Bélgica sí menos que Alemania. Lo que tiene es muy mala prensa pero parece un poco tonto que los españoles lo exageremos, tirando piedras contra nuestro propio tejado, algo que no hace en ningún otro país de Europa.

Además, resulta que el déficit público español -el déficit es la madre de la deuda- decreció hasta el 9,2 al cierre del ejercicio 2010, es decir, dos puntos menos que el 11,1% de 2009. Todo ello gracias la esfuerzo draconiano de los españoles, que se han apretado el cinturón de forma draconiana, con menos trabajo, sueldos por debajo de la inflación y fuertes subidas impositivas, sobre todo en el consumo. El esfuerzo de los españoles para superar la crisis supera, con mucho, al de británicos, franceses, alemanes o italianos.

No es normal, por tanto, que al Tesoro español cada vez se le exija más.

No, el problema de España no es el déficit fiscal ni la deuda, sino el paro y, ahora, vuelve a ser la inflación. Lo que ocurre es que los especuladores financieros se están forrando a costa de los españoles en una economía financista como la que vivimos y lo que ocurre es que el prestigio del Ejecutivo ZP no puede haber caído más bajo. Sí, pero no es estrictamente necesario que los españoles colaboremos a nuestro propio desprestigio. Al menos, no es imprescindible. Nadie nos obliga a ser tan idiotas.

Eulogio López

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