Entre 1931 a 1939 fueran asesinados en España más de 6.800 sacerdotes y religiosos, incendiadas o saqueadas muchas iglesias, prohibido el culto religioso en la zona republicana durante la guerra civil.
La reciente beatificación en San Pedro de 498 mártires de los años 30 nos recuerda que estos hombres y mujeres murieron por motivos exclusivamente religiosos. No militaban en ningún partido político, no hicieron la guerra a nadie. Prefirieron morir a renunciar a la fe. Pusieron amor donde otros manifestaban odio. Pusieron paz, donde otros violencia. Murieron perdonando a sus verdugos. Pero todo esto no lo hicieron por ser superhombres o supermujeres, sino porque amaban a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ellos mismos.
La beatificación es un hecho religioso. No va contra nadie. A nadie debe ofender, a nadie debe humillar. Desea ser sólo un acto de reconciliación. "Los mártires, que murieron perdonando, son el mejor aliento para que todos fomentemos el espíritu de reconciliación", escriben los obispos en su mensaje con motivo de la beatificación.
No hace falta ser religiosos para honrar la memoria de los nuevos beatos, cuya fiesta se celebrará el 6 de noviembre. Estoy convencido de que incluso los no católicos y los agnósticos pueden comprender que es mejor amar a Dios que matar a los hombres.
Clemente Ferrer Roselló
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