La semana pasada la diplomacia sudafricana remitió una carta a Francia, España, Estados Unidos, Frente Polisario y Naciones Unidas anunciando su intención de reconocer la soberanía del Sahara. Curiosamente, Francia no mostró oposición, pero España sí lo hizo. El supuesto giro de la diplomacia española a las posiciones iniciales no parece tal. Moratinos insiste en una solución de autonomía sin soberanía al modelo marroquí.
El martes 21, el rey de Marruecos Mohamed VI volvió a reiterar en la Asamblea General de Naciones Unidas su voluntad de respetar el derecho internacional, pero manteniendo la soberanía marroquí para el Sahara. Algo incompatible porque el derecho internacional contempla la posibilidad de ofertar la independencia en el referéndum de autodeterminación.
Ninguna novedad y ninguna sorpresa en la posición marroquí que reitera lo manifestado el pasado mes de abril, sólo que con un andamiaje jurídico más desarrollado. A eso hay que añadir la tradicional propaganda del vecino del sur: se trata de un conflicto artificialmente creado, existe peligro de desestabilización de un Sahara independiente, etc. Tras el discurso del pasado mes de abril, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas rechazó la propuesta marroquí y reiteró su compromiso con el Plan Backer II. Es de esperar que ahora ocurra exactamente lo mismo.
Máxime cuando Marruecos, probablemente por intermediación norteamericana, anuncia, una semana antes del discurso de Mohamed VI, su intención de reconocer la soberanía marroquí. Y Moratinos, mirando a la luna de Valencia. O a lo mejor, no. El canciller español debería de explicar por qué tanto empeño en satisfacer las aspiraciones expansionistas marroquíes.