Hace unos días leí un artículo que me ha llevado a escribir la siguiente carta.

Sr. Director:

ZP, el enemigo jurado de la energía nuclear, debería preguntarle a cualquiera de los habitantes de Almonacid de Zorita, Guadalajara, la localidad que albergó la primera central nuclear española, si quieren otra instalación como la inaugurada en 1968, que ahora están desmantelando. Que pongan otra. No hay nada más seguro. Daba mucha riqueza. Aquí no sufrimos desgracias provocadas por esta central, dicen.

Ahora todavía entra dinero en el pueblo: hay muchos obreros desmantelando la central al concluirse su ciclo de vida, tras desautorizar el Gobierno actual su reforma y renovación. En los pueblos de alrededor están tan convencidos de la bondad de lo nuclear y de la riqueza que genera que dan ganas de montarse una nuclear en casa: en EE.UU. están ensayando miniplantas para grupos pequeños de viviendas.

Las actuales energías renovables como la solar, pero también la eólica, son irregulares, tienen períodos sin producción y todavía resultan más caras que el cada día más inaccesible petróleo. Y los biocombustibles agrícolas basados en grano matan de hambre a poblaciones enteras, devastan bosques, empobrecen la tierra, y usan ingente energía para su producción.

Está la esperanza de las bacterias que fabrican petróleo, como la LS9, o las microalgas, el fitoplancton convertido en biopetróleo renovable: una empresa española, Bio Fuel System, creada por científicos de las universidades de Alicante y Valencia, prometía espectaculares resultados para finales de 2007. Pero más de un año después mantiene un sospechoso silencio, aunque empresas de todo el mundo investigan líneas similares.

Entre tanto, la única energía segura desde hace más de medio siglo -Chernobil era la típica chapuza soviética-, y que genera riqueza donde se instala, es la nuclear. España necesita una decena de centrales. Almonacid pide tener, nuevamente, la primera de esa serie tan necesaria. Urgentemente.

Xus D Madrid

xusdomar@gmail.com