Las cadenas de televisión son una ventana abierta al mundo desde las distintas perspectivas que animan sus respectivos proyectos informativos.

Se deben impulsar eventos televisivos centrados en causas como la paz, el progreso económico y social, la seguridad y la coexistencia entre mortales de heterogéneas culturas. De este modo se impulsará una televisión que, además de distraer, impulse una cultura de paz, seguridad y desarrollo.

Sin embargo la violencia, la cruda morbosidad y el sexo, se han convertido en los pilares de no pocos programas televisivos. La competitividad no se ha basado en una programación seria y responsable, sino en la atracción del público con unos contenidos banales y groseros, que están en la frontera de lo éticamente permisible.

Es necesario que se pongan los medios pertinentes ante la epidemia de vulgaridad y erotismo que inunda la pequeña pantalla y que sólo consigue degradar al telespectador. Urge eliminar de las parrillas todas las series violentas, insolentes y eróticas.

No es malo pasar horas delante del televisor; lo malo es lo que esta realidad tiene de pasividad social, de no saber buscar otras formas de llenar el tiempo de ocio. Es la demostración empírica de que algo no funciona. En principio, parece que la lectura, la conversación, la tertulia familiar, la reunión de amigos o el estudio, han pasado a ser cosas de otro mundo.

En cambio, esta cuestión adquiere cierta gravedad cuando son los niños los que pasan muchas horas ante los televisores, y hasta una tercera parte de las horas en que están despiertos, y fuera de los horarios infantiles. El Código de Autorregulación de contenidos en horario infantil, de 17 a 20 horas, rubricado por las cadenas televisivas y el Gobierno, ha sido infringido, persistentemente, por todas las televisiones.

A su vez, los jóvenes que avispan la televisión tres horas cada día sufrirán un mayor riesgo en el interés por su adiestramiento durante la juventud y en el arranque de su existencia adulta, según una investigación efectuada por la Universidad de Columbia y el Instituto Psiquiátrico de Nueva York.

A su vez, Autocontrol examinó, a petición de anunciantes y medios, un total de 1.500 anuncios encaminados a los chiquillos, antes de comenzar su difusión. Esta cifra significa un aumento del 21% respecto al año anterior.

Finalmente, el director de Disney Channel afirma: "tenemos vocación de ser una televisión con una programación familiar, dedicada a niños de hasta 12 años. Nuestro valor diferencial es, precisamente, la familia". Esta cadena podría ser la alternativa a la "televisión basura" de las cadenas con cobertura nacional.

No se puede consentir que se  produzca la aseveración de Lope de Vega: "Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio, para darle gusto".

Clemente Ferrer

clementeferrer3@gmail.com