Pasan 15 días y se conoce la sentencia completa. Con el texto en la mano resulta que el Supremo da una de cal y otra de arena: advierte que el Estado, es decir, el Gobierno, no está para adoctrinar a los niños, que es la cuestión de fondo.
Pero, al mismo tiempo, resulta que, según el Supremo Tribunal, los padres no pueden objetar, ergo no pueden impedir que se adoctrine a los niños en el cole. Una suprema contradicción del Supremo Tribunal, que ha caído en el pensamiento débil. Si no puedo evitar que conculquen mi derecho, ¿para qué me sirve su enunciado y su reconocimiento?
Sus señorías han incurrido en incoherencia manifiesta, en ese pensamiento débil según el cual uno puede aceptar algo y su contrario. Insito: la objeción de conciencia es mucho más que un derecho: es todo derecho en su punto de prueba, algo parecido a decir: sin objeción, no hay derecho a la educación.
Eulogio López
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