Ciertamente no hubo debate porque los contertulios, todos ellos, eran partidarios de las tesis del Gobierno madrileño de Ignacio González. Debió ser uno de los últimos programas emitidos por Telemadrid, antes de que los sindicatos destroza-empresas dejaran la pantalla en negro. Pero recuerden: lo hacen por el pluralismo informativo.
En ese programa se hablaba de gestión privada y gestión pública de la sanidad. No es que la gestión privada sea más eficiente, lo que pasa es que el sector público está lleno de vagos y el sector privado está lleno de explotadores y explotados. El único que no es explotador ni explotado es el autónomo, el profesional, en definitiva, el propietario de un bien o de un servicio que realmente controla: la propiedad privada pequeña; en términos económicos: la pyme.
Pero, sobre todo, lo que ocurre es que el Estado no es malo por ser público sino por ser grande, y lo grande es ingobernable. El Servicio Nacional de Salud, ahora autonómico, también.
El problema es que médicos y enfermeras de lo público no quieren trabajar más y los mejores de ellos ganan mucho dinero con el pluriempleo público-privado. Entonces, lo lógico es lo que ha hecho el Gobierno madrileño: mantener la propiedad para que la sanidad siga siendo universal y gratuita y privatizar la gestión. (Leer más)
En otras palabras, creo que los médicos, al igual que los jueces, que los profesores públicos, que los periodistas y técnicos de Telemadrid, que los conductores del metro, son profesionales bien pagados, que pretenden mantener sus privilegios y su vida muelle a costa de los contribuyentes. Y eso, en tiempo de crisis, no es sostenible.
Ahora bien, insisto en que la privatización de la gestión no se debe otorgar a multinacionales de la Sanidad, por muy especialistas que sean en la materia. Empresas como Capio Sanidad, que opera en Madrid y Barcelona, son multinacionales y, como tales tienden a la financiación de su actividad. Eso significa que, por de pronto, deben atender a sus accionistas que reclaman una rentabilidad en perpetua alza. Significa, también, que, como toda la multinacionales, trabajan con apalancamiento, y la oportunidad que les de la gestión de la sanidad pública para apalancarse es demasiado tentadora y demasiado peligrosa. Al final, es el contribuyente quien acaba pagando la deuda financiera de las compañías privadas.
Sigo con el ejemplo de Capio pero no es el único. Se trata de una multinacional de origen escandinavo con sede en Londres. Demasiado lejos para llamar a su puerta si no cumple con sus obligaciones. El nacionalismo económico tiene una razón lógica: si la Administración tiene que echar la bronca a alguien, debe ser un alguien que hable tu mismo idioma, que viva en tu misma ciudad y cuyo Consejo de Administración tenga nombres fácilmente pronunciables para poder amenazarles mejor.
Y por último, lo peor: estas multinacionales de la Sanidad son grandes, y lo grande no es gobernable.
En resumen, el presidente madrileño Ignacio González hace bien en privatizar la gestión sanitaria ante la pereza del empleado público. Ahora bien, debería otorgar la gestión privada a empresas españolas y, ante todo, pequeñas.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com