La sedación farmacológica, cuando es profunda, continua e intencionada, consiste en la administración de un fármaco con la finalidad de hacer perder la consciencia a un enfermo en fase terminal aquejado por la presencia de síntomas refractarios al tratamiento.
Según la European Association of Palliative Care, la sedación es algo completamente distinto de la eutanasia. Su intención es la de hacer frente a síntomas refractarios, y no la de matar al enfermo. El resultado es el de provocar en el paciente un sueño profundo, no el de matarlo.
Los mayores centros europeos de cuidados paliativos registran porcentajes de enfermos sedados que en general no superan el 10% del total de dolientes atendidos.
Finalmente, los síntomas por los que se decide intervenir sedando al enfermo deben ser rigurosamente refractarios, que resulte imposible tratarlos con los fármacos comunes que no alteran el estado de la consciencia. Si esto es así para los síntomas físicos, lo es aún más para los psíquicos, originados por el abandono terapéutico y humano en que se encuentran con frecuencia los enfermos terminales.
Marie Hennezel, especialista en cuidados paliativos, asevera que "adormecíamos al enfermo y animábamos a sus seres queridos a acompañarlo en una vigilia llena de delicadeza. Pues, aún sedado, el enfermo percibe la calidad afectiva de los que le rodean, los guiños de ternura y las palabras de consuelo susurradas al oído".
Clemente Ferrer Roselló
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