Con una gran puesta en escena y una excelente recreación de la época, la directora australiana Gillian Amstrong ha intentado acercar a los espectadores actuales el mundo de la farándula en el que se movía este gran mago, el último, porque a partir de los años 30 (del pasado s. XX) el gran público convirtió al cine en su espectáculo favorito.
Lo mejor, sin duda, de esta película es sumergirnos tanto en la promoción como en la gran preparación que este gran showman ponía en sus geniales números de magia. También despierta interés recordar la obsesión que el artista mantuvo sobre el espiritismo tras la muerte de su madre, a la que adoraba. Paradójicamente, la trama central de este largometraje: la relación amorosa de Houdini con una atractiva pero falsa médium, madre de una niña preadolescente, sólo convence en la medida que la primera intenta engañarle sobre su poder mental utilizando todo tipo de trucos.
El siempre inquietante Guy Pearce se mete en la piel del carismático Houdini, mientras que Catherine Zeta Jones vuelve a lucir en todo su esplendor su belleza madura. Igualmente resulta excelente la actuación de la niña Saoirse Ronan, a la que ya admiramos en Expiación.
Para: Los que quieran conocer algo más de la época en la que vivió Houdini