Sr. Director:
Un feminismo de nuevo cuño apunta en Canadá. Con el lema "las madres somos mujeres", celebraron, en 1997, un Congreso en Ottawa.
Ya son varias las asociaciones de mujeres que exigen que los Gobiernos reconozcan el trabajo de las amas de casa. Como madre y pedagoga, tengo en alta estima la labor insustituible e inaplazable de la mujer en su familia, especialmente si tiene hijos pequeños, lo que no quiere decir que no valore también el trabajo fuera cuando se decide libremente y dando prioridad a la propia familia. Como profesora, he comprobado las carencias de muchos niños que apenas ven a sus padres porque ninguno para en casa.Creo que no es señal de progreso, sino falta de cultura y una injusticia, que la mujer se vea obligada al trabajo fuera porque no se valore ni se recompense su función maternal, educadora y de cuidado de sus mayores. Cada vez son más las que dejan su empleo, para dedicarse a los suyos. Es una tomadura de pelo considerar que la igualdad de la mujer al varón está en salir a trabajar. Luego, el trabajo para ella suele ser doble: fuera y dentro, y cansancio mayor que lleva a rendir en casa poco y con escasa calidad, pues no somos robot.
Aunque el hombre colabore, la mujer, hasta por instinto, lleva el peso. La igualdad hay que buscarla en la estima y valoración político-social de de lo que es propio femenino. La mujer, en general, tiene valores particulares de inteligencia intuitiva, sensibilidad, paciencia y espíritu de sacrificio que puede y debe poner al servicio de los que más ama. El valor de un hijo no tiene precio.
Josefa Romo
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