Y añadió: "El objetivo de este Gobierno es desmantelar el parque nuclear". La ministra Narbona es el principal adalid de las carísimas energías renovables y la mayor enemiga de la energía nuclear. Dárnoslas de verdes, nos costó a los españoles 3.000 millones de euros en 2006, pero este año será más. Gracias a las renovables, España cuenta con uno de los kilowatios más caros de Europa. Aluminio o acerías, tentadas de emigrar: en otros países les aseguran un precio estable. El PP también es un converso a la fe única de Kyoto. La energía en España es cara y el suministro no se ha asegurado, pero, gracias a ello, pagamos más impuestos para mantener una ecología verde no competitiva
Durante toda la legislatura, el Gobierno Zapatero ha vendido electricidad verde, ecología ante todo, especialmente ciclo combinado y eólica, convertida en un verdadero icono de la modernidad socialista en materia energética. El paisaje en la España de ZP son aerogeneradores blancos pegados a las carreteras. El gran objetivo gubernamental era Kyoto, y los malvados, aquellos países que no se esforzaban por cumplir con Kyoto. A las eléctricas no les importaba en absoluto. Incluso las compañías, especialmente Iberdrola, comenzaron a hablar de energía verde, y toda su imagen corporativa se enraizó en el respeto al medio ambiente y en la prioridad absoluta del Protocolo de Kyoto. Era lógico, iban a producir energía más cara pero la diferencia se la iba a pagar el estado, es decir, el ciudadano.
No obstante, ante las presiones de la industria nuclear, y ante el próximo vencimiento del ciclo de vida de muchas centrales nucleares, el Gobierno decidió abrir un "debate" público sobre la energía nuclear. Como todos los técnicos aconsejaban la ampliación del parque nuclear, o al menos el fortalecimiento del ya existente, todo el mundo pensó que se trataba de una excusa para mantener el parque nuclear. Por su parte, las eléctricas, así como la constructora Acciona, que tras Iberdrola es el líder en la energía nuclear, estaban felices: viento y sol, constituían el futuro. José Manuel Entrecanales e Ignacio Galán no dejaban de enseñar las cifras que demostraban un aumento imparable de las energías renovables.
Pero lo de la nuclear se iba a hinchar aún más. Hace seis meses, la vicepresidenta primera del Gobierno, Teresa Fernández de la Vega, convertida al socialismo verde, anunciaba que, aún pendientes del famoso debate nunca iniciado, el objetivo del Gobierno era la sustitución de la energía nuclear. Un detalle, por el momento la central nuclear de Santa María de Garoña, que vence en 2009, no tiene permiso para alargar su plazo de vida de los 40 a los 60 años, cuando la empresa consideraba que el permiso era cuestión de tiempo.
¿Qué había ocurrido? Pues que la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, ha convertido a ZP en un entusiasta de la energía eólica y solar. Es más, las declaraciones de De la Vega se produjeron inmediatamente después de un Consejo de ministros en el que el titular hizo una profesión de fe verde y ecológica, y sorprendió a los ministros más sensatos del ejecutivo con la siguiente declaración. "Yo soy el más antinuclear de todos los aquí presentes". Y tras semejante anatema contra la fisión del átomo, concluyó que "el objetivo de este Gobierno es desmantelar el parque nuclear".
¿Cómo repercute esto en el bolsillo de los ciudadanos? Pus muy sencillo. Como ya hemos informado, el coste medio de 2006 del kilovatio/hora producido, prescindiendo, que es lo que nunca se hace, de las subvenciones públicas, es de 15 céntimos de euro por kWh para la nuclear y el carbón, de 28 para el kWh producido por gas y de entre el 40 y el 60 céntimos el producido por viento, sol o biomasa. No olvidemos, además, que las centrales nucleares, así como la mayoría de las térmicas de carbón, ya están amortizadas.
Dicho de otra forma, si no fuera por los impuestos que pagamos los españoles, la energía eólica y la solar serían una ruina. Sin embargo, ha enriquecido a muchas empresas.
Por el contrario, los países punteros de Europa utilizan la energía nuclear y el carbón –y el gas. No lo olvidemos- como el eje de su suministro energético, mientras las renovables son el complemento para regular una producción que no es almacenable. En 2006, los españoles pagaron más de 3.000 millones de euros en déficit de tarifa, que fueron a parar a las compañías eléctricas. Este año, la cifra podría aumentar. Y por señalar con el dedo: la que más subvenciones recibe es la energía solar –la favorita de Narbona y ZP-, seguida de la biomasa y la de los molinillos.
Es más, el aumento del coste del kilowatio producido en España se ha disparado en 2006. La lista, según el informe de Juan Avilés Trigueros, autor de "La energía en la España del siglo XXI: 2000-2025", viene encabezada por Italia, pero en un solo año, España ha pasado, gracias a nuestro amor por Kyoto y las renovables, del decimoquinto puesto al quinto. Ni que decir tiene que en Europa nadie se plantea desmantelar el parque nuclear. Como mucho, reducir la producción porcentual de dicho parque respecto al total.
El mito verde es muy bonito, pero lo cierto es que, si dejamos a un lado la propaganda, lo que la gente quiere, especialmente tras episodios como el reciente apagón de Barcelona, es suministro asegurado y barato. Si, además, es limpia, mejor que mejor. Y no olvidemos que, para el efecto invernadero, la energía más limpia de todas es la energía nuclear. Y no olvidemos, tampoco, que la energía del futuro no son las renovables sino el hidrógeno, en concreto la fusión nuclear.
Más problemas. Industrias básicas como acerías o las del aluminio, amenazan con marcharse de España. Son consumidores intensivos de electricidad y, para evitar su deslocalización, otros países, como Francia, les aseguran electricidad a precio estable durante largos periodos, por ejemplo de 20 años. Naturalmente, eso sólo lo permite la energía nuclear.
Y ojo, porque el timo, ecológico, no sólo afecta a nuestros bolsillos, sino que está provocando una verdadera burbuja bursátil, como se puede ver en la información sobre Iberdrola Renovables, que amenaza con convertirse en una de las 10 grandes de la Bolsa española por capitalización. Está claro por qué las eléctricas no protestan por la política suicida del Gobierno. La cuenta de resultados está asegurada gracias a los impuestos extra que pagan los ciudadanos. Los impuestos verdes están de moda, y en nombre del medio ambiente y la ecología se produce el verdadero timo ecológico. En este sentido, el diario Expansión publicaba el disparado peso de los "impuestos verdes" en Cataluña, Andalucía y Madrid. Sí, Madrid, que el partido Popular no es ajeno a esta obsesión verde. Además, no olvidamos que José María Aznar mantuvo la moratoria nuclear prescrita por el Gobierno socialista de Felipe González.
Respecto al gas, el problema es otro. En efecto, las centrales de ciclo combinado no plantean tantos problemas, ni tan elevado coste, como las renovables. El reto del gas es no convertir al mundo en rehén de unos países productores aún más extorsionadores que los de la OPEP. Recuerden que entre Rusia e Irán controlan las dos terceras partes de la producción mundial de gas. De hecho, el presidente Putin utiliza el gas como un verdadero chantaje político a Occidente, en especial a la Europa democrática. No olvidemos que está naciendo la OPEP del gas, y que el acercamiento entre Moscú e Irán es un hecho.
La ecología verde es un mito y es un timo, pero no se nota mucho porque lo pagamos a escote y, porque, después de todo, el color verde es el color de moda.