Me dicen que el mismísimo monarca Juan Carlos I, que no se caracteriza por su vida pía, ha aconsejado al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que no golpee a la Iglesia con tanto furor. Según mi fuente, en quien tengo mucha confianza, el Rey aconsejó al insensato de Mr. Bean que hiciera lo que quisiera en materia de homosexuales o de otras medidas progres, pero que dejara en paz al Ejército y a la Iglesia. Le explicó que el español puede aparentar mucho pacifismo y mucho anticlericalismo, pero que le gusta que uno y otro estén ahí.

 

A mí el Ejército me importa menos, entre otras cosas porque creo que el Partido Popular ya se encargó de acabar con él, y que ahora nos estamos disputando las cenizas. Con la Iglesia no puede acabar ni Aznar, ni Zapatero, ni el Rey, pero sospecho que puede tener algo de razón el monarca, por mucho que sus palabras revelen un cinismo sin igual.

 

Y si he de seguir haciendo caso a la misma fuente (yo, al menos, se lo hago,) resulta que Felipe González, que sabe más por viejo que por diablo, perdón, por viejo que por ex presidente del Gobierno, le habría dado un consejo muy similar a Zapatero. Para entendernos: Felipe González fue el introductor del aborto en España, pero, al mismo tiempo, reunía a los banqueros para decirles que aflojaran el bolsillo porque había que terminar la construcción de la Catedral de la Almudena. Felipe González corrompió, a través de Televisión Española, principalmente, a buena parte de la sociedad española, mientras atacaba a la familia numerosa siempre que tenía oportunidad, pero no asfixió económicamente a la Iglesia. Por decirlo de otra forma, González era partidario de descristianizar España (y el mundo, si le dejan) pero de respetar, al menos oficialmente, a la Conferencia Episcopal Española.

 

No muy distinta fue la opción de José María Aznar, quien intensificó la cultura de la muerte hasta extremos nunca vistos, con la introducción de la píldora abortiva, de la píldora post-coital, al tiempo que mantenía el régimen de conciertos educativos. Con ello consiguió que los educadores cristianos llegaran a fin de mes a cambio de no abrir la boca.

 

Ese es el mismo consejo de Juan Carlos I a Zapatero, el que González y Aznar pusieron en práctica: Descristianiza a los españoles pero respeta los galones de la Jerarquía. Lo que ocurre es que Mr. Bean es un insensato por lo que está dispuesto a lanzar una persecución contra credo e institución, contra el Reino y contra los pastores, contra el Cristianismo y contra la Conferencia Episcopal Española, y contra el párroco de la esquina, que le huele el aliento.

 

Eso sí, seguramente los obispos y la jerarquía preferirían más anticlericalismo y menos anticristianismo y menos Cristofobia. 

 

Eulogio López