Decía Ronald Knox que la cosa empezó a torcerse cuando nuestros ciudadanos más entusiastas cambiaron el "yo creo" por el "yo siento", lo que acabaría degenerando en un triste "yo opino".
Y así es hasta en el universo político y económico. El problema del relativismo moral: nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira. ¡Jodó qué aburrido!
Viene todo a esto a cuenta porque el líder del PSOE, Pérez Rubalcaba (en la imagen), opta por lo que él llama radicalismo. Y a mí siempre me han gustado los radicales. Cuestiones como la verdad, el valor, el amor o la libertad o son radicales o no son.
Ahora bien, sorpréndeme que cuando Rubalcaba desglosa el radicalismo que propone resulta que no es radicalismo sino relativismo. Como ambos empiezan por "r" supongo que el líder socialista debe confundir lo uno con lo otro. En su obsesión anticlerical, Rubalcaba, cómo no, vuelve a hablar de las actitudes dogmáticas, tan lesivas, al parecer, para el radicalismo reformista del PSOE. Lo cual me lleva a Chesterton cuando recordaba que solo conocía dos tipos de personas: los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son.
Todo esto me recuerda aquella polémica creada por Antonio Garrigues a raíz de la publicación de Dominus Iesus, en el año 2000. Obra del actual Papa, Benedicto XVI, entonces cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe. Garrigues, a quien Manuel Guerra en su último libro, libro de plenitud, Masonería, Religión y Política -agotada la primera edición- certifica como masón -respondió con un artículo en International Herald Tribune, es decir, Nuevo Orden Mundial en estado puro-, titulado "El dogma de la Iglesia perjudica la búsqueda de una paz global". Esos progres de derechas capitalistas se parecen a los progres de izquierda como dos gotas de agua. Garrigues dice en el artículo lo mismo que Rubalcaba en el homenaje socialista a Felipe González.
Así, según Garrigues, resulta que Dominus Iesus, en su afán por decir que la fe cristiana es la verdadera y que Cristo es Dios, utiliza "un lenguaje ofensivo para los creyentes de otras religiones". Y lo dice Garrigues, que como no cree en ninguna religión está dispuesto a dar su vida por la paridad de todos y cada uno de los credos.
¿Comprenden? Si estás convencido de algo estás ofendiendo al que no está convencido de nada salvo, claro está, de que no merece la pena convicción ni creencia alguna.
Y lo dice Garrigues, el abogado más famoso, más poderoso y más rico de España.
Lo que nos lleva a una conclusión muy simple: la única manera de ser libre es emplear la libertad, es decir, decidirse por un sentido de la vida y ser coherente con él. Precisamente esa es la estación final del relativismo: la esclavitud. Sucede cuando se cambia el "yo creo" por el "yo siento".
Mire usted, don Antonio, mire usted don Alfredo: si no crees en una religión, o en un postulado científico, filosófico o estético, si no crees en nada, no eres tolerante: eres un esquizofrénico. Y la esquizofrenia siempre acaba en paranoia. No es el cristianismo quien le persigue a usted es usted quien persigue al cristianismo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com