La frase la ha puesto de moda Rubalcaba: más política y más Europa, y ese hombre humilde llamado José Ántonio Griñán, presidente de Andalucía, la ha convertido en su muletilla, a la que tan aficionados son los políticos.
A lo mejor necesitamos más política, en el sentido de que alguien confíe en la cosa pública para cambiar las cosas, pero lo que seguro que no necesitamos son más políticos sino muchos menos profesionales de la política. En cantidad, digo, porque en calidad todos los políticos son excelentes.
La política no puede ser una profesión sino una vocación, por eso, la garantía de la democracia en el siglo XXI en la limitación de mandatos. No sólo para los presidentes del Gobierno, sino para todos los cargos públicos.
Vamos con la segunda parte del eslogan socialista: más Europa. Pues, ahora mismo, más Europa significa más plutocracia, un mayor abuso de los ricos sobre los pobres. Esto no es un mercado común sino un mercado financiero común, que no es lo mismo. La presunta solidaridad de los ricos con los pobres consiste en que los primeros esquilmen a los segundos por la vía de los mercados financieros. La clave radica en que, desde el Tratado de Maastricht hasta hoy, hemos cambiado el presupuesto común por el banco común. Ya no hay trasferencia de fondos desde los socios ricos a los pobres, sino trasferencia de capacidad de endeudamiento, que no es lo mismo.
Por tanto, más Europa pero volviendo a los tratados fundacionales, guiados por la solidaridad, no por la satisfacción de deudas privadas con el erario público.
Miriam Prat
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