Sorprendente no ha sido el salario de Francisco González como presidente del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA). La verdad es que no se pasa apuros a fin de mes con un jornal de 10.411 euros (1,73 millones de las antiguas pesetas), contando sábados y domingos. A los banqueros actuales va a haber que hacerles las mismas cuentas que a los astros del fútbol: ¿Cuánto cuesta cada patada de Ronaldo? ¿Cuánto cuesta cada minuto que FG está en su despacho? Porque las comidas de trabajo se disparan.
Con todo, el salario está en línea (en altísima línea) con lo que cobran los presidentes de grandes corporaciones... norteamericanas.
Y llama especialmente la atención, además, que la retribución fija de FG durante el último ejercicio se haya situado en 1,4 millones de euros, por un 2,3 la variable, en un ejercicio donde el margen de intermediación se derrumbó un 13%. Y en un banco en el que, en 2002, el dividendo se redujo en un 10%.
Pero esa no es la cuestión. La cuestión más llamativa es el fondo de pensiones. El banco afirma que la jubilación compensatoria de FG se eleva, hasta el momento, a 28,8 millones de euros. Me encantaría saber en base a qué criterio técnico o actuarial se llega a esa cantidad, que en pesetas representan 4.780 millones, por siete años de trabajo (el caso del consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, 23,6 millones de euros, es distinto, dado que lleva más de 20 años en la entidad). Como se asegura que se va a quedar otros cinco años largos hasta que cumpla el límite de edad (y si los cumple no pasa nada, se hace como Botín, se cambian los estatutos y a correr) de los 65, hemos de concluir que el señor FG, rendimientos acumulados incluidos, se nos puede despedir del BBVA con 600 millones de euros de pensión, unos 10.000 millones de pesetas.
En otras palabras, sólo FG sale más caro que todos los salarios y complementos de pensiones de todos los consejeros a los que FG obligó a abandonar la entidad.
Se dirá que la pensión de Ángel Corcóstegui, 110 millones de euros, aún supera la marca, pero todo es cuestión de tiempo: lo hemos de conseguir.
Al final, todo el problema del capitalismo moderno se llama austeridad.
La transparencia es base indispensable, pero no única, de la ética. No basta con que sepamos cuánto cobran los magnates de la banca o de la empresa: también importa el pequeño detalle de que no detraigan del balance cifras tan fabulosas como las citadas. Que lo cuantitativo también tiene su importancia.
Algunos afirman que los banqueros no cobran ni mucho ni poco, todo es cuestión de compararse, pero existe algo que se llama sentido de las proporciones, a veces tan olvidado como el sentido común.