La demagogia del Gobierno durante la pasada legislatura ha creado muchos intereses, especialmente en la familia Entrecanales
El Ejecutivo sacará el CO2 y las energías renovables de la tarifa para contener la subida de la luz. No es mala la primera idea del nuevo ministro de Industria, Miguel Sebastián, para aclarar el caso eléctrico. Ahora bien, tampoco es como para tirar cohetes. Sencillamente se trata de una clarificación contable: las subvenciones promolinillos y por placas solares no se cobrarán con cargo a las facturas de la luz futuras sino con cargo a los Presupuestos del Estado.
No digo que esté mal, pero, ¿acaso no saldrá todo del mismo sitio, del bolsillo de los ciudadanos? ¿Acaso se le abarata al precitado ciudadano el cote de la energía? No, naturalmente, porque el problema sigue siendo el mismo: sólo la energía nuclear puede ofrecer energía barata a ciudadanos y empresas, además de ofrecernos la tecnología necesaria para la futura energía de hidrógeno.
Ahora bien, el problema que tiene Sebastián para hacer caso al sentido común y regresar cuanto antes a la energía nuclear es doble: por una parte, toda la demagogia verde de Zapatero, su jefe de filas, durante la pasada legislatura. Hasta en la mismísima campaña electoral, el presidente del Gobierno se dejaba fotografiar ante huertas solares -a considerable distancia, por aquello de la radiación- y pregonaba las excelencias de las avarísimas renovables.
Por otra parte, el dineral que desde el bolsillo de los ciudadanos ha volado hacia la cuenta de resultados de las eléctricas y, en particular de la familia Entrecanales (líderes en solar y número dos en eólica) han forjado peligrosos intereses privados que se resisten a abandonar una energía insuficiente pero bien remunerada por el Estado, que no por el mercado.
Y en esas estamos.