El anuncio de las huelgas convocadas por los sindicatos para los próximos 21, 28 y 30 de septiembre pilló al presidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), Enrique Martínez Robles, con el pie cambiado. Preguntado sobre las convocatorias sindicales, Martínez Robles afirmó desconocer tales convocatorias, aunque hizo un reconocimiento teórico sobre el derecho de huelga de los trabajadores.

Su desconocimiento es significativo porque el presidente de la SEPI acababa de salir de una reunión mantenida con las centrales sindicales donde era de suponer que la convocatoria de huelga fuese motivo de conversación. Pero no fue así. Da la impresión de que los sindicatos decidieron tensar la cuerda después de la reunión. Su postura es inflexible: mantenimiento de la actividad y negación del plan de segregación de activos civiles y militares.

Solbes afirma que la segregación es la única manera de garantizar la pervivencia. Un criterio seguido por el presidente de la SEPI, que añade que la dilación en el pago de las ayudas no puede ser la solución. Los sindicatos han fiado su esperanza a que el Gobierno consiga negociar un periodo generoso en la devolución de ayudas, tal y como moderadamente apuntaba el comisario de Competencia, Mario Monti. Pero ese es un asunto contable, no real. La situación de la compañía es de quiebra técnica por falta de pedidos, por mucho que El País se empeñe en vender "signos esperanzadores" de repunte de actividad.

Eso sí, Martínez Robles trató de salvar la cara del presidente del Gobierno pronunciando su misma frase: "Ningún trabajador de Izar quedará abandonado a su suerte". Así consolidan la tesis de la SEPI seguida por El País de la ausencia de contradicción entre el mensaje de ZP en Sestao y el plan de la SEPI. Algo que no convence al líder de CCOO, José María Fidalgo, que acusa al Ejecutivo de crear falsas expectativas.

Finalmente, el único acuerdo de la reunión celebrada el miércoles 15 es que los representantes sindicales acudirán a Bruselas a negociar la dilación en los pagos. El chocolate del loro que sigue sin resolver los problemas estructurales de la compañía. Al final, los trabajadores terminarán aceptando el plan de la SEPI, porque se trata de lentejas: si quieres las comes, y sino, las dejas. Pero francamente, 300.000 euros de indemnización por trabajador es una prejubilación dorada que más de uno equipararía a una pedrea.