No sabemos si existe el voto católico. Pero sí sabemos que los fontaneros de Génova intuyen que entre los practicantes se encuentra un importante caladero de votos. Y así, como ocurriera en otras ocasiones, los populares han desplegado su caravana electoral hacia las salidas de las iglesias para invadir de panfletos y consignas a los parroquianos.
La estrategia es la de siempre: "Cuidado que vienen los otros". Eso sí, Mariano Rajoy se arranca con el anuncio de una Ley de Uniones Civiles para regocijo de la comunidad homosexual y aplauso de la progresía. Una vela a Dios y otra al diablo. Por una parte, se guiña al votante "progre" que avala la equiparación del matrimonio gay, pero no la adopción. Y por otra, se acude a la salida de las templos a repartir folletos.
Y la Iglesia, ¿qué dice? Que hay que votar al "bien posible". Do you understand? Por su parte, el Papa Juan Pablo II -impasible el ademán- insiste en que no se puede votar a quien no defienda la vida y la familia, que no es exactamente lo mismo. A algunos se les olvida el genocidio de los más 500.000 españolitos que desde 1996 nos abandonaron desde el vientre materno por culpa de una sociedad abortera y un Gobierno que por lo "bajini" habla del "derecho de la mujer".
No sé si el PP es el "bien posible" o el "mal menor". Pero sí sé que "soplar y sorber no puede ser". No se puede estar en la procesión y repicando las campanas. Que el PP esté buscando el voto a la salida de los templos es buscar cornudos y apaleados. El mandato evangélico de la doble mejilla. Pero, ¿exige la cornamenta?
Y ya puestos, ¿por qué se permite que Ana Botella hable en los salones parroquiales?
Luis Losada Pescador