Es cierto que cuando un partido político está en guerra civil no necesita oposición: él mismo se desintegra y propende al suicidio.

El sofisma -tan querido por el progresismo de izquierdas de PRISA como por el progresismo de derechas de UNEDISA- de que un político está obligado a dimitir en cuanto un juez admite una acusación, y antes de que sentencie, es utilizado por los políticos cunado corren como gallinas mojadas para protegerse, no del adversario, sino del vecino. Escuchar ayer a Esperanza Aguirre enfatizar sobre los graves casos que investiga el juez Garzón, precisamente él, es cosa de mucha risa.

El alcalde de Boadilla del Monte, Arturo González Panero, insiste y demuestra que él no ha metido la mano en la caja, pero es igual. El País le exige la dimisión por limpieza democrática, es decir, porque Garzón acusa y El País recoge una información filtrada desde su juzgado, González Panero debe dimitir aunque sea inocente. Y el asunto se hincha, como se hincha toda acusación interesada cuando los que deberían defender al acusado, se ensañan con él.

Y todo esto es una buena noticia para la política española. El PP comenzó por ser infiel a sus ideales y ahora es infiel a su gente: es lo suyo. Y como soy de los convencidos de que mientras el PP no termine como la UCD, España no tendrá remedio y la crisis de valores continuará, pues no puedo sino alegrarme por el resultado de todo el recontracomplicado y presunto caos de corrupción en el PP. Lo ciento por los inocentes caídos, como estoy seguro que es el alcalde de Boadilla, pero, a los efectos de la lucha política general, como decía el manual del buen marxista, la crisis del PP es, créanme, estupenda. De sus cenizas surgirá algo mucho más limpio. Porque un partido donde figura el frívolo de Mariano Rajoy, el soberbio de Gallardón y la rencorosa de Aguirre,  no levantará cabeza jamás.

Eulogio López

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