¿Quién dirige China? Una casta de sátrapas enriquecidos que son tiranos marxistas y depredadores capitalistas, todo a un tiempo. Ya saben: "un país, dos sistemas", como los nuevos rascacielos de Beijing: inhumano cuerpo de arquitectura occidental con sombrero oriental.

Ahora, en pleno congreso de los comunistas chinos, los líderes vecinos hablan y no paran contra la corrupción, que puede terminar con el Estado. Corrupción no es más que un funcionario que aprovecha el cargo para forrarse a cambio de favores pero el campo semántico del concepto ha crecido mucho.

Ahora bien, no existe la corrupción política, sólo la corrupción moral. El resto sólo son segundos apellidos que poco aportan. El problema de China es que prescindió de Dios hace cuatro generaciones y ahora se encuentra sin defensas ante esa corrupción. Hoy es la mayor y más peligrosa tiranía del mundo y sus pecados son los siguientes: política de Hijo único, la mayor aniquilación de seres humanos de toda la historia.

En segundo lugar, la persecución religiosa: si no hay libertad religiosa no hay libertad de pensamiento. Ni que decir tiene que el enemigo es la Iglesia católica y que, sin libertad religiosa, no hay libertad.

En tercer lugar, los chinos, sin prescindir del marxismo, se han lanzado al capitalismo depredador más salvaje. Su modelo es el de una casta, la de los antiguos funcionarios que explotan a decenas de millones de trabajadores que viven en condiciones de miseria. Y, en efecto, en breve serán la primera potencia mundial. Pero el éxito económico no consiste en producir más sino en que cada familia pueda vivir con holgura. La economía china marcha bien, lo que no marcha bien son las economías de los chinos. En definitiva, los funcionarios comunistas chinos han pasado de funcionarios marxistas a especuladores capitalistas. ¿Cómo quieren que no haya corrupción?

El modelo chino es un modelo podrido y la corrupción es inversamente proporcional a la libertad. Pero el Congreso del Partido pretende abordar los efectos sin tocar las causas. El fracaso es inevitable.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

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