Por iniciativa del Parlamento Europeo, el domingo quiere ser recuperado como día de descanso semanal y reconocido por las legislaciones de los estados miembros.
En su origen cristiano, el Dies Domini evocaba el día del Señor y al Señor de los días, Cristo, conocedor del secreto del tiempo y de la eternidad, pero también favorecer las relaciones familiares promoviendo ese tiempo en común, y un descanso adecuado tras la semana laboral.
La codicia es el origen de la crisis que padecemos y de la pérdida de la esencia dominical por la liberalización salvaje de los horarios comerciales. Muchos quizá, han abandonado la práctica religiosa propia del domingo, que, sin embargo da una respuesta a los anhelos íntimos personales y constituye un deber de justicia con el Dios encarnado y con su Iglesia.
Además, el tiempo ofrecido a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino ganado para la humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida.
Lisa Justiniano
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