Nunca he conseguido venderle una estufa a un esquimal, pero deduzco que los expertos en marketing deben de estar asombradísimos por el éxito de la religión en el mundo moderno. Las polémicas hoy ya no tienen carácter político, sino moral, la justicia social y laboral –ahora denominadas buen gobierno corporativo- e históricamente ética, constituyen la cuestión nuclear en el mundo económico del siglo XXI, y la logoterapia, o ciencia de dar sentido a la vida –es decir, la fe, porque sin Dios ya me explicarán qué sentido tiene esta vida- es el asunto que ocupa y al parecer preocupa a los pensadores y librepensadores –especialmente a éstos últimos. Los medios, especialmente los ‘librepensadoramente' progresistas no se ocupan de otra cosa que del Papa, para ponerle como no digan dueñas, ciertamente, pero eso es tangencial. Lo importante es que episcopado, clero, liturgia, encíclicas, pastorales y declaraciones clericales copan los medios. A fin de cuentas, no hay por qué extrañarse: clericalismo y anticlericalismo son dos caras de una misma moneda.
Y como mi proyecto vital consiste en ser un hombre moderno, un personaje de mi tiempo, con la mente abierta hasta al resfriado, casi he decidido reseñar la exitosa carta pastoral del obispo Paul Loverde, de Arlington, Virginia, en los Estados Unidos. El obispo ha escrito una carta pastoral titulada. "Comprados a gran precio. La pornografía: un ataque al templo vivo de Dios" y, contra todo pronóstico, no deja de recibir cartas de felicitación, agradecimiento y peticiones de ampliación. Lo cuenta Zenit, y el contenido merece un repaso algo más que somero. A fin de cuentas, la pornografía se ha convertido en un drama, que sólo la mentecatez contemporánea intenta separar de la cosificación de la mujer por el varón, de la utilización del varón por la mujer, de la guerra de géneros entre varón y mujer y de la trivialización del sexo, un fenómeno, como diría aquél, "ligeramente irritante". Para la inmensa mayoría de nuestros jóvenes, el amor es eso que se hace –eso mismo: se "hace" en la cama, considerable tragedia cuyos resultados no han sido analizados en profundidad, quizás porque no poseen profundidad alguna: son evidentes. Fenómenos como el desastre familiar y el consiguiente desastre de los hijos del divorcio, el aborto y todas sus castrantes secuelas, la natalidad que cae en picado en Occidente, la homosexualidad creciente –el gay más habitual es aquel que ha llegado a la homosexualidad tras el hastío de una sexualidad vacía de compromiso- o lo más grave de todo: que toda una generación sea incapaz de concebir que el amor erótico no es otra cosa que donación y compromiso, todos ellos, son fenómenos que tienen su origen en la pornografía.
Sólo que el progre es tan tonto que prefiere atajar las consecuencias, en lugar de las causas.
Eulogio López