Es posible que el papel desaparezca, aunque no lo creo, porque las personas tienen hábitos y las sociedades tradiciones. Una tradición es lo contrario de una moda: las modas son efímeras pero las tradiciones tienen vida perdurable, a veces eterna. Y la prensa de papel es una tradición, de sistema de lectura, de transmisión de conocimientos, de canal para expresarse (la sección más importante de un diario son las cartas de los lectores) y hasta de vehículo de odios africanos (desconozco el porqué de esta expresión: Odios africanos: debe ser un residuo lingüístico del colonialismo decimonónico).
Pero, en cualquier caso, el cambio de una página de papel a una pantalla de ordenador no es más que un paso tecnológico. Créanme, la tecnología es muy poca cosa. Un mero instrumento en mano del artista, pero con el mismo instrumento un este escultor forja obras que pasan a la historia y aquél otro masas informes que acaban en el vertedero.
No, el verdadero problema no es que la pantalla se imponga al papel o el papel sobreviva a la pantalla sino con qué lenguaje, con qué tipo de información, con qué periodismo se va a dar por Internet. Hoy en todo el mundo existen dos tipos de páginas WEB periodísticas, y esto independientemente de que caminen hacia el Internet-prensa, de lenguaje escrito, o hacia la Internet-TV de imagen y lenguaje oral. Lo digo porque esta es la verdadera brecha cultural que existe hoy en el mundo: ente la sociedad que ve y la sociedad que lee.
No, me refiero a que tanto uno como otro periodismo digital tiene que decidir entre las dos opciones de narrar la realidad, las mismas que se habrían tenido que plantear la prensa-papel en el caso de que no se hubiera inventado Internet: el periodismo objetivista frente al periodismo explicativo. En este segundo entra la opinión personal del emisor de forma explícita, porque en el periodismo objetivista también entra el emisor, sólo que de forma tangencial y taimada: las bofetadas se dan miando hacia otro laso. En Internet, el periodismo objetivista está representado por los grandes multimedias tradicionales, que poseen diarios, emisoras de radio y estaciones de TV. Es lógico: no es que los señores de la prensa formen parte del poder, es que son lapote fundamental del poder, y el poder siempre trata de ofrecer al pueblo un espejismo de pluralismo en lo que moverse, algo así como permitir a un condenado a la pena capital elegir el método de ejecución que prefiera.
Enfrente se encuentran los medios independientes, los blog, el periodismo ciudadano, menos poderosos pero más influyentes cada día, que dice lo que el Sistema de Medios no se atreve a decir. Recuerden aquella frase maravillosa del que fuera vicepresidente del Parlamento Europeo para justificar el destierro de Rocco Butigglione, el primer algo cargo internacional condenado por ser cristiano: Se puede decir de todo, pero no todo se puede decir.
Que nadie se llame a engaño: Steve Ballmer forma parte del Sistema de poder, del Sistema deponer informativo. Como su negocio es la Red le interesa que el periodismo digital derrote al periodismo de papel, siempre y cuando el nuevo periodismo electrónico emplee el mismo lenguaje y acepte el servilismo propio de los medios tradicionales de hoy.
¿Y qué distingue al periodismo digital libre del superperiodismo -en papel o en pantalla- excavo? Pues que el periodismo libre, el periodismo independiente, el periodismo ciudadano, está compuesto por millones de pequeñas unidades, casi tantas como personas. Por contra, el periodismo serio, el del Sistema de poder, el de los grandes editores, son cada vez menos unidades de mayor calado. Y todas ellas trabajan el mismo pensamiento único que llaman progresismo: en España unos desde el PSOE y otros desde el PP: ¿Qué más da, si ninguno de ellos cree ni en el hombre ni en la razón? La única alternativa que existe hoy a ese pensamiento único, sea de izquierdas o de derechas, sea en los medios, en la cátedra, en el Parlamento o en el sistema económico se llama cristianismo. Es decir, la única alternativa a quien no sabe qué pensar es la de aquéllos que piensan algo, o mejor, que poseen certeza sobre algo, aunque sea nimio.
Eulogio López
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