El Gobierno norteamericano estudia la puesta en marcha de 22 reactores nucleares, es decir, que de una sola tacada, se pretende aumentar un 25% el parque de más de 100 centrales nucleares presentes en Estados Unidos. No sólo eso, sino que el Gobierno federal está empeñado en mantener el carbón como instrumento de producción de electricidad.

 

Se trata de una medida económica, pero también militar y estratégica. Simplemente, la Administración Bush no quiere depender del polvorín permanente del mundo islámico, rey del petróleo, ni tampoco de países inestables como Rusia o Nigeria o Venezuela para abastecerse. Y el gas tampoco les parece una solución, dado que se alimenta de fuentes tan peligrosas como Irán, el primer gran productor.

 

Por otra parte, no está clara la postura del candidato demócrata John Kerry al respecto, pero el virtual ganador (si a las encuestas nos remitimos) de las elecciones de noviembre, no proviene del ala verde de los demócratas, que representa el anterior candidato y ex vicepresidente, Al Gore. En principio, Kerry no hace ascos a esta resurrección nuclear.

 

Por el contrario, en Europa seguimos en lo antinuclear, al menos en España, donde la moratoria sigue vigente. Lo cual no quiere decir que el suministro eléctrico haya abandonado la energía nuclear tras la moratoria decretada por el Felipismo. A 30 de junio, la energía nuclear representa el 40% del total del suministro. En segundo lugar estaría la energía hidráulica, con un 27%. La energía de moda, el ciclo combinado, se sitúa en tercer lugar con un 11%, casi cuatro veces menos que la nuclear, mientras la denostada energía térmica de carbón se sitúa aún en un 10%, justo en vísperas de que entre en vigor el Protocolo de Kyoto.

 

Así pues, la cuestión nuclear vuelve a situarse en el proscenio. Por de pronto, en Estados Unidos, pero hay que recordar que la Unión Europea es más dependiente energéticamente que Norteamérica y que Francia es la segunda potencia nuclear del mundo.