La parte positiva de la futura ley contra la violencia de género, actualmente en fase de anteproyecto, es la promesa del gabinete Zapatero de que se castigará a aquellas empresas que utilicen el cuerpo de la mujer como reclamo publicitario. En el mundo empresarial es el apartado que más curiosidad y recelo ha despertado. A nadie se le oculta que la publicidad, especialmente la televisiva, cosifica el cuerpo de la mujer como reclamo propagandístico sin el menor pudor. Además, las agencias publicitarias que defienden este filón para sus ganancias están dispuestas a hablar de censura. Esta vez no tienen las de ganar porque existe consenso político sobre la futura ley, pero habrá que ver la letra pequeña de la misma.

 

Y mientras tanto, la multinacional Volkswagen, propietaria de SEAT, utiliza la firma radicada en Barcelona para experimentar con su publicidad más ofensiva. Se trata de ver cuánto aguanta la audiencia, hasta dónde está dispuesto a soportar el espectador sin que la publicidad pase desapercibida. Así, los últimos spots televisivos escenifican morreos de lesbianas o irreverencias contra convicciones mayoritarias. Lo más curioso es que todos estos experimentos, un tanto pringosos, se hacen en la casa del vecino, en la española SEAT, una casa que, además, se busca abandonar.

 

No es ningún secreto que la multinacional alemana, que sólo en subvenciones directas recibió más de 1.800 millones de euros del erario público español, quiere cerrar SEAT. Como todas las multinacionales, prefiere pagar sueldos de  miseria en los antiguos países de la Europa del este, Iberoamérica o Asia, antes que pagar salarios dignos en España. Así, a la convocatoria de movilizaciones por parte de los sindicatos por la firma del convenio, Volkswagen respondió con un expediente de regulación de empleo.

 

Eso sí, el caso SEAT sí que representa un reto para el Tripartito catalán y para el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Se supone que, ahora, alemanes y franceses son nuestros amigos.