El Gobierno español planea dar un giro a la política exterior en Cuba. Se trataría de relajar la tensión diplomática, que la invitación de la disidencia provoca en el régimen. Contaría con el apoyo de Bélgica y Austria, y la oposición británica y de los países del Este. España busca, de esta forma, "normalizar" las relaciones con la isla, y afianzar la situación de las empresas españolas en Cuba.

 

"Nuestros canales de ayuda humanitaria y colaboración cultural se han visto cortados. Además, el sistema de presión diplomática no ha relajado la represión del régimen". Así se expresa un alto cargo de Exteriores en relación a la política acordada en el seno de la Comisión Europea de establecer un perfil bajo de relaciones con la dictadura castrista invitando a la disidencia a los actos de las fiestas nacionales en las embajadas. Tampoco Castro pudo gozar del visado para acudir a los Juegos Olímpicos.

 

Estos gestos irritan sobremanera al régimen que no soporta el bloqueo diplomático de la Unión. Así que el Gobierno español está sondeando a sus socios comunitarios para conocer su opinión al respecto. De momento, Bélgica y Austria serían partidarias de esta estrategia de distensión. Por contra, Gran Bretaña y los países del Este, recientemente incorporados a la UE, no están por la labor de relajar la presión diplomática.

 

Gran Bretaña, por motivos de cercanía con Estados Unidos. Y los países del Este, porque conocen muy bien la realidad del comunismo. El país más beligerante con el régimen castrista es la República Checa, que fue el país que durante su etapa soviética más oxígeno ofreció al régimen castrista.

 

A los frenos internacionales hay que sumar los internos, porque el PSOE desea realizar esta estrategia con el consenso del PP, y los populares, obviamente, no están por la labor. No obstante, el PSOE no ceja en su intento. Argumentan que la estrategia de tensión no ha servido para rebajar la represión del régimen y que recuperar el "diálogo" con la isla ayudaría a canalizar mejor las ayudas españolas y facilitaría el cobro de las suministradoras españolas, que actualmente tienen cerrado el grifo de la Administración cubana.

 

Las dificultades económicas de la isla han impulsado una política, según la cual Castro paga a los proveedores norteamericanos de productos primarios de manera inmediata y en "cash". Tras este abono, el resto de los suministros quedan en suspenso, y eso está ahogando a las pequeñas compañías españolas que contratan con el régimen.

 

Pero en este giro estratégico del PSOE hay algo más que estrategia. Hay ideología. El pasado mes de junio el secretario general de las Juventudes Socialistas, Enric Campos, aseguraba, tras una estancia en la isla, que "Cuba es un ejemplo a seguir". También el eurodiputado Manuel Martínez está tratando de impulsar la distensión con el régimen desde la Presidencia del Comité Europeo de Solidaridad con Cuba. Definitivamente, la izquierda tiene en Cuba un factor de alienación muy preocupante.