Una de las herejías más letales, y más tontas, es el determinismo, popularmente conocido como fatalismo. Una parte considerable de los males de la humanidad proceden de los tristones heresiarcas que practican tamaña abominación.

Además de una herejía, el determinismo constituye la enfermedad del economista. Y del político. Por ejemplo, cuando un presidente asegura que "esta es la única política económica posible", no lo duden, está aquejado de fatalismo letal.

El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi (en la imagen), no ha dicho eso, pero sí algo parecido: "El euro es irreversible". Bueno, lo ha dicho su Servicio de Estudios, que es lo que utilizan los monetaristas cuando tienen miedo a decir las cosas por sí mismos: se lo ordenan decir al técnico, que para eso se paga a los expertos.

Pues mire, usted, no, señor Draghi, el euro es tan reversible como pretendan sus socios. Lo que ocurre es que a usted le ha entrado el canguelo. Aún se pregunta cómo los españoles e italianos (Draghi no es italiano, es un especulador financiero, que es una patria de amplia territorialidad), por ejemplo, no le hacen manga y capirotes y se marchan del euro. En definitiva, como siguen permitiendo que el BCE sea BCA, es decir, Banco Central Alemán.

Y así sería si Italia no estuviera regida por un tecnócrata y España por un político pusilánime como Mariano Rajoy. Porque si España e Italia, no digamos ambas, se marchan del euro, el euro simplemente deja de existir y Europa se replantearía sobre nuevas bases: volvería a ser un proyecto solidario, no un banco, que es lo que es ahora mismo la UE.

Al mismo tiempo, para que no falte de nada, los jetas de Draghi, los tecnócratas fatalistas del BCE, aconsejan a España más moderación salarial y que la reforma laboral se hubiera lanzado antes.

Ya he dicho que la reforma laboral del PP no me gusta, no porque se pase, sino porque se queda corta. También he dicho que la reforma laboral 'fetén' debe combinar despido libre con salarios dignos. Y esto, porque ambos, el despido libre y los salarios dignos, son dos medidas justas.

Ahora bien, que estos jetaduras del BCE tengan la desvergüenza de pedirle a España más moderación salarial, clama al Cielo.

Si Rajoy fuera valiente, haría lo justo: decretaría el despido libre y la reducción de los subsidios de paro, reduciría o anularía las cuotas sociales y la cambiaría por IVA pero, a cambio de todo ese esfuerzo para los trabajadores, aumentaría el salario mínimo interprofesional hasta los 1.000 euros netos mensuales por ocho horas de trabajo, no los 641 euros brutos de ahora mismo.

Que a un país cuyo salario medio es menos de la mitad del británico, el holandés o algo más de la mitad que el alemán se le exija moderación salarial es como para hacerle pedorretas al señor Draghi.

Señores de la izquierda española: menos subsidios y menos impuestos. Señores de la derecha española: hay que subir los salarios bajos, no moderarlos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com