Quizás por ello, la intervención más llamativa será la titulada: Cuatro razones para el NO, de Francisco Navarro, a quien no tengo el gusto de conocer. Un NO para el referéndum sobre el proyecto de Constitución Europea, naturalmente.
Y es que lo que está ocurriendo con la futura Constitución Europea es justamente est Todas las batallas culturales se ganan o pierden según lo que podríamos denominar el estatuto de normalidad. Lo normal en Europa, y especialmente en España, es ser europeísta. Naturalmente, ser europeísta, yo así me confieso, nada tiene que ver con estar de acuerdo o en desacuerdo con el lamentable texto constitucional pergeñado por ese hombre humilde llamado Giscard dEstaing, inventor de una nueva rama de derecho constitucional, en el que las Cartas Magnas dejan de ser un reconocimiento de derechos del hombre para convertirse en un reparto de poder entre Estados. En verdad que el documento que los españoles votaremos el próximo 20 de febrero no representa ni a la Europa de los ciudadanos, ni tampoco a la de los mercaderes, ni a la Europa de los burócratas, ni a la Europa de los pueblos, ni a la Europa de las regiones, ni a la Europa de los trabajadores: sólo es la Europa de los Gobiernos nacionales, la Europa de los ministros.
Pero es igual: conseguido el estatuto de normalidad, todo lo demás viene por añadidura. En ese estado de abotargamiento mental, a nadie se le ocurre pensar que si hemos estado 50 años sin Constitución, bien podríamos pensarlo un poco más, pero, ¿a quién le interesa la reflexión cuando el triunfo está al alcance de la mano?
Naturalmente, entre esos majaderos están los cristianos. A fin de cuentas, la mejor manera de eludir el estatuto de normalidad, de ser diferentes, es ser píos. Al menos, en la Europa de finales de siglo. Pero el debate en el seno del Cristianismo también tiene sus reglas. Por una parte, están los despistados, que viven su fe pero consideran que es algo íntimo, que desaparece en cuanto uno traspasa la puerta de casa. Por otra, están los que siempre hacen la misma pregunta que los asesores de imagen de Zapatero: ¿Qué es ser cristiano? Por ejemplo, en una de las reuniones previas al Congreso del CEU pude escuchar que alguien se formulaba la siguiente cuestión (pregunta retórica, naturalmente): El Papa ha hablado de unidad entre los cristianos, y eso podría interpretarse como un SÍ a la Constitución Europea. La verdad es que las palabras del Papa no pueden interpretarse así de ningún modo. Pero ya hemos entrado en el hermenéutico universo de los traductores de Su Santidad, esos mismos que, tras condenar el obispo de Roma con una claridad, concisión y hasta dureza, la iniciativa de George Bush por la guerra de Iraq y hacerle responsable ante Dios, su conciencia y la historia del inicio de las hostilidades, acababan concluyendo que lo que el Papa había dicho es que había que rezar por la paz. O sea, lo mismo que hubiera dicho Stalin.
Juan Pablo II no ha podido decir más claro que la Constitución Europea es una castaña. Ese es el debate que se quiere hurtar a los cristianos. Pero eso no lo hacen el PSOE ni el PP: nos bastamos nosotros solitos. Ante todo, el estatuto de normalidad. Lo otro es sinrazón y majadería.
Pues que viva la majadería
Eulogio López