Sr. Director:
Los padres son los únicos responsables en la educación de sus hijos; los que pueden decidir qué es lo mejor para sus hijos, no sólo en materia educativa sino también en la humanista y moral. No se puede hacer tabla rasa e ignorar las raíces culturales y religiosas que han dado lugar a este estado de derecho y a los valores de convivencia democráticos.
Los padres pueden exigir a los responsables de la enseñanza pública que la asignatura de religión se imparta como una materia formativa más, incorporándola en los contenidos académicos y dotándola de los medios humanos y materiales adecuados para que se realice en las mejores condiciones, análogas al resto de materias. El Estado debe garantizar esta demanda social mayoritaria en toda la enseñanza, sea de iniciativa estatal o privada, haciendo efectivo el principio de subsidiariedad. El Estado laico no significa, en absoluto, desterrar de todo lugar la presencia de la religión y sus signos, como si se tratara de una dimensión exclusivamente privada e íntima del individuo y estuviera abocado a vivirlo en la más absoluta clandestinidad, lejos de toda exteriorización, tanto en las expresiones de forma como de fondo.
El Estado laico tiene el deber de hacer respetar el hecho religioso con las manifestaciones públicas o privadas que le sean propias, sobre todo en una sociedad mayoritariamente católica que no debemos ignorar, aunque haya grupos interesados en marginar y borrar todo vestigio de cultura cristiana de lo público, a través del dirigismo y la manipulación en cohabitación con algunos medios de comunicación.
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