El ministerio de Administraciones Públicas redacta un informe sobre si  es  o no incompatible el fichaje de Taguas por SEOPAN. El PP lo califica de inaceptable y pide la comparencia de Zapatero para que explique los pormenores. El ex director de la Oficina Económica de Moncloa había sido degradado a subsecretario de Estado

Nunca es tarde si la dicha es buena. Pero el nombramiento del hasta ahora director de la Oficina Económica de Moncloa como presidente de Sociedad de Empresas de Obras Públicas de Ámbito Nacional (SEOPAN) se conoció el pasado miércoles. ¿A qué ha esperado el PP a reaccionar ante semejante incompatibilidad que califican ahora de inaceptable? ¿A qué haya tenido que ser El País quien lance las piernas por alto ante tal inmoralidad? Argumentan los cebrianes que, una de dos: o se trata del pago de un favor o de la compra de un favor.

Estaban los polanquistas esperando a hacer sangre con el nombramiento de Eduardo Zaplana como consejero de la Telefónica de César Alierta. Que si se va a rentabilizar sus amistades con Berlusconi, que si la denuncia de los pasillos oscuros entre el poder y las empresas privatizadas de Llamazares. Nada. De la Vega no les dio la merienda. Ha sido uno de mis más activos adversarios políticos y por supuesto no compartía lo que defendía, pero le deseo lo mejor. De esta manera se zafaba la vice el asunto con la excusa de que desde la mesa del Consejo de Ministros no debo hacer valoraciones.

¿Por qué no hizo De la Vega sangre, con lo que le gusta arrinconar a los peperos? ¿Quizás porque Berlusconi es ahora, nuevamente, jefe de gobierno? Quizás, pero quizás también porque en Moncloa ya se sabía de la marcha de David Taguas. Hacer sangre a uno y justificar a otros habría sido una asimetría insoportable. Así que mejor le deseo lo mejor.

Por otra parte, el gobierno no estaba del todo satisfecho con Taguas. Conviene recordar que sus declaraciones sobre la fecha de caducidad del sistema público de pensiones obligaron a Solbes a salir a la palestra para tranquilizar a la parroquia afirmando otra vez- que el vicepresidente es él. A eso hay que sumar la metedura de pata de augurar -en una conferencia celebrada en la Universidad Autónoma de Madrid- recesión americana para el cuarto trimestre del 2008 de la que se hizo eco Hispanidad y censurar al gobierno por subisidiar las viviendas de los jóvenes en lugar las viviendas de los pobres.

Así que el Gobierno optó por degradarle de secretario de Estado que era Sebastián a subsecretario. Eso junto con la presencia de Sebastián en el ministerio de Industria, hacía presagiar que la Oficina Económica de Moncloa se había vaciado de contenido. Ya no sería el lugar de peregrinaje del empresariado español a la búsqueda de favores. Así que mejor emigrar.

El problema es que Taguas no regresa a la universidad, ni por supuesto al servicio de estudios del BBVA, donde FG no le quiere ver ni en pintura. Taguas ficha nada menos que por el lobby de los constructores que se dedican a la obra pública. Un lobby empresarial que vive de las buenas relaciones con el gobierno y cuya cuenta de resultados se explica directamente por la salud de esas relaciones. No resulta muy estético. Tampoco ético. Ni siquiera legal.

Y atención al papelón de la ministra Elena Salgado, que tendrá que resolver sobre su nombramiento. Desde Moncloa se argumenta que se trata de la presidencia de una organización sin ánimo de lucro. Cierto, formado por 33 compañías con un ánimo de lucro descomunal que representan al 7,1% del PIB español.

Si el nombramiento de Taguas no viola la Ley de Incompatibilidades, nada lo hace. Porque la ley establece un plazo de tiempo para que un responsable público pueda ejercer responsabilidades privadas que puedan colisionar con sus responsabilidades públicas. Y este es un caso de libro. Si Taguas pasa el filtro, el filtro desaparece.