- Con la clase política bajo sospecha, sobre todo el PP y CIU, el líder socialista apura su última posibilidad.
- El desprestigio de la Corona por el Caso Udangarín ofrece terreno abonado para una fórmula de transición. El Rey no puede garantizar un acuerdo de conciliación nacional.
- El primer paso es conseguir la primera dimisión en el Gobierno: la de Ana Mato.
- En esa situación, a Rubalcaba le viene bien la deriva secesionista de Artur Mas.
- Y siempre puede contar con el apoyo de su amigo Gallardón como coartada de la derecha necesaria.
Desahucios, Sanidad, Educación y, sobre todo, corrupción. Cualquier asidero es bueno para poner a Mariano Rajoy contra las cuerdas, y buscar una solución de urgencia ante la parálisis nacional.
El secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba (en la imagen), está dispuesto a todo con tal de forzar una situación límite que exija una refundación de la democracia, esa que nunca se pone en marcha pero que sirve para tirar gobiernos. En su día le salió bien tras los atentados del 11-M y ahora, a falta de atentados, está dispuesto a repetir.
De entrada, un día sí y otro también, su portavoz parlamentaria, Soraya Rodríguez, se presenta con un recurso ante el Tribunal Constitucional. En la mañana del martes se trataba del recurso contra la ley de Tasas del ministro Gallardón, que puede ser buena o mala pero sólo el PSOE puede vislumbrar inconstitucionalidad.
En definitiva, con toda la clase política bajo sospecha, especialmente PP y CIU, Rubalcaba ha creído encontrar su última baza política, la que hará olvidar su escaso tirón electoral y la división de su partido. Es la técnica de cuanto peor, mejor. Es más, se busca un Antonio Di Pietro, un juez de transición para una refundación de la democracia española.
En esa tarea le ayuda el colectivo judicial progresista, cuyos principales bastiones, además del inhabilitado Garzón -que puede resultar muy útil- con el presidente del CGPJ, Gonzalo Moliner, el del Tribunal Constitucional, Pascual Sala, y Jueces para la Democracia.
Además, el desprestigio de la Corona por el Caso Urdangarín propicia que cualquiera de estas soluciones extraordinarias calen en la opinión pública. Naturalmente, cualquier transición conlleva unas elecciones generales para dar la vuelta al mapa político de forma un pelín forzada.
Todo vale: este va a ser del Debate del Estado de la Nación sobre corrupción, aderezado con el movimiento anti desahucios -el nuevo 15-M- la Sanidad, la Educación o cualquier otro colectivo que se resista a perder privilegios adquiridos.
La deriva secesionista también resulta útil a Rubalcaba, sobre todo para recuperar el terreno perdido en Cataluña, clave para el PSOE y para el secretario general del partido.
Además, su mejor amigo en el PP, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, siempre estará a punto para ofrecerle la coartada de la derecha política, que todo sistema democrático precisa, aunque mejor con esa derecha en la oposición.
Y lo primero es conseguir la cabeza de un miembro del Gobierno. En este punto, hasta Pedro J. Ramírez ayuda, porque el objetivo es conseguir la dimisión de Ana Mato. Las imputaciones a su marido, conocidas en la mañana del martes, abren un abanico de posibilidades.
Se busca un Di Pietro de transición: que todo cambie para que nada cambie. En cualquier caso, otro 12-M y 13-M de 2004, sólo que en 2013.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com