El País está muy emocionado. Resulta que el primado de la Iglesia anglicana, Rowan Williams, ha mantenido un debate en la Universidad de Oxford con el "evolucionista" Richard Dawkins.

No necesito aclararles que el bueno es Richard y el malo Rowan, que el primero es un científico, racional, templado y tolerante, mientras el segundo un cura perdido en la caverna, ignorante y troglodita, probablemente relacionado con la pederastia y la inquisición y seguramente algo corrupto. Y tampoco necesito decirles quién es el ganador, naturalmente.

Por supuesto, la evolución es una teoría científica, no un postulado, porque es indemostrable. Por lo demás, una teoría aceptada por la Iglesia desde el primer momento, con tal de que no se renuncie al acto, al doble acto de creación: el primero de la nada a la existencia, y el segundo, más importante, la creación del alma humana, o del ser racional si ustedes lo prefieren. Y esto, a partir de donde ustedes quieran, sea mono, perro, mosca o pino.

Pero aquí no estamos hablando de conocer la verdad a través del diálogo, sino de fastidiar a los cristianos. Aquí se trata de aplastar al otro. Eso sí, científicamente.

Y así, Richard, el bueno, le soltó a Rowan, el malo, perlas tales como ésta: "¿Por qué no reconoce que hay elegancia y belleza en la idea de que la vida apreció de la nada, movido por las leyes de la física?".

Menos mal que no soy clérigo, ni tan siquiera anglicano: no sé cómo hubiera andado de paciencia al escuchar una mentecatez de tal calibre.

Richard, hijo, de la nada no sale nada, y las leyes de la física, y la física misma, comenzaron a partir de la existencia, por ejemplo, de la existencia de los físicos. El amigo Richard no puede creer en un Dios que hace las cosas de la nada pero sí en una nada de la que han salido todas las cosas. Es genial. Como decía Chesterton, "el problema del mundo es que no se explica por sí mismo". Y también aseguraba: "Nadie es capaz de imaginar cómo la nada pudo evolucionar hasta producir algo". Lo de siempre, los evolucionistas nos cuentan siempre la película empezando por la mitad.

Al final, tan científicos expositores atentan contra el postulado científico primero: el mundo existe.

Más chorradas: "La selección natural explica mucho el proceso (de cómo se originó la vida). Se trata de imaginar cómo en el primer momento las moléculas estaban en el espacio". Oye, Dawkins, príncipe, ¿de dónde salieron las puñeteras moléculas?

Inasequible al desaliento, nuestro científico insiste: "¿Cómo podemos hablar de la evolución y de los millones de años de desarrollo y diseño, y luego decir 'Sí existe Dios'"? ¿Y qué tiene que ver la gimnasia con la magnesia? ¿Qué tiene que ver la inmensidad del universo y los millones de años transcurridos para conocer cuál es el origen de las cosas. El origen estaba al principio de tan dilatadísimo lapso.

Los evolucionistas no están reñidos con el Cristianismo están reñidos con la razón, que esa sí que es dogma de fe.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com