Mientras Sarkozy presiona a Trichet para evitarlo, ZP no mueve un dedo. Tampoco serviría de mucho: el Gobierno español no pinta nada ni en Bruselas ni en Francfort. A pesar de la propaganda monclovita para uso interno, en Europa se ríen de ZP. Bernanke no atendió la petición de Trichet para que mantuviera el precio del dinero y lo redujo: en Estados Unidos, tienen claro que lo primero es el crecimiento, luego la inflación
El presidente francés Nicolás Sarkozy no quiere presionar al presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet para que no suba el precio oficial del dinero. Por supuesto que no, pero, por si acaso, le recuerda a su compatriota lo importante que es la toma de postura en estos momentos de crisis crediticia. En el entretanto, el secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson, para quien la actual crisis "tomará su tiempo. No habrá una solución rápida algunos de los problemas pendientes", aplaude, apoya la medida de su Reserva Federal, no ya de mantener, sino de bajar el precio del dinero en USA.
En cualquier caso, a toro pasado, ya corre por todos los mercados financieros la historia de que, en las conversaciones habituales que mantienen el gobernador del Banco Central Europeo, el mandamás de Tokio y el presidente del Reserva Federal, hubo una ligera diferencia de pareceres entre el viejo y el nuevo continente: Trichet, empeñado en subir el precio del dinero, no logró convencer a Ben Bernanke, de la Reserva Federal de que no lo bajara en Estado Unidos. En USA lo tienen claro: lo primero es el crecimiento, y cuando el crecimiento provoque inflación, ya nos ocuparemos de ella. Pero antes hay que crecer, invertir, que todo el mundo tenga empleo y llegue a fin de mes. En Europa, por contra, el monetarismo todavía impera, y el monetarismo está empeñado en presentar una economía con un cuadro macro inmaculado. Es decir, que está dispuesto a que la economía marche bien aunque las economías particulares marchen de pena.
Eso es justamente lo que pasa en España: el cuadro de déficit público, inflación y creación de empleo (no así el déficit exterior, pero esa es otra cuestión) obtiene notable alto pero todo ello se ha conseguido gracias a unos sueldos bajos y unas viviendas carísimas, que han puesto contra las cuerdas a las familias. Ahora mismo, casi la mitad de la población española está viendo como el coste de su hipoteca continúa subiendo mientras los hogares reducen consumo allá donde pueden. En perfecto resumen de un ama de casa en TV: "Olvidarse del restaurante". A lo que podría añadirse: y de las vacaciones y del ocio. Pero ojo, el conjunto de la economía acabará pagando ese descenso del consumo familiar.
En cualquier caso, lo lógico es que, tras la crisis bursátil, tras la que todos los analistas coinciden en predecir que afectará a la economía real, lo lógico sería "Ponerlo fácil", es decir, reducir el precio del dinero, como han hecho los norteamericanos. Pero Trichet, perteneciente a la escuela del sadismo monetario, dice que no. La canciller alemán Ángela Merkel se calla, porque la locomotora alemana vuelva a funcionar, pero el presidente francés, Nicolás sarkozy, ha puesto el grito en el cielo, aunque formalmente respete, vaya que sí, la autonomía del BCE, autonomía que, en el plano teórico, siempre ha discutido.
Pero lo que más sorprende es que el país que resultaría más afectado de toda Eurolandia por una posible subida de tipos, esto es, España, no apoye a Sarkozy en sus demandas al BCE. Porque Trichet, pasado el susto de la crisis bursátil, solucionado por la lamentable medida tradicional de inyectar liquidez, se empeña en subir los tipos, contra toda lógica y todo sentido común, y ahora mismo, en septiembre. En definitiva, los que han perdido, por ahora, en la crisis son los ricos, los que tenían capacidad de ahorro. Para ellos se abrieron las arcas públicas del BCE y la Reserva Federal. Ahora, solucionado el problema de los pudientes, el BCE se obstina en fastidiar a los pobres, a los que no están preocupados por la rentabilidad de sus ahorros sino por la amortización de su deuda, subiendo el interés que deben pagar al banco. Especialmente a los impecunes españoles, que son los más hipotecados. Con un euribor en la frontera del psicológico 5%, el coste de la amortización de intereses sigue subiendo y las familias españolas se encuentran al límite.
En el entretanto, el Gobierno Zapatero no mueve ficha. Ni tan siquiera se preocupa de presionar al BCE, quizás porque la triste verdad, siempre ocultada por los portavoces monclovitas, es que Gobierno español manda menos en Bruselas y en Francfort que un gitano en un juzgado. ZP, presentado por los medios adictos en España como un estadista de talla mundial -recordemos la Alianza de Civilizaciones- es despreciado en Europa por alemanes, ingleses, franceses e italianos, como se ha dejado ver durante la batalla de Endesa, punta del iceberg de la reconversión económica más importante del Viejo Continente: la reconversión energética, en la que España está jugando el papel de país colonizado.
Recuerden la historia reciente: para validar la gran tomadura de pelo que para los no-ahorradores (antes llamados pobres) representó la entrada en vigor del euro, que ha provocado una subida generalizada de precios muy por encima de las mediciones oficiales de inflación, se situó el precio del dinero en el histórico 2%. Ahora, cuando ya la moneda común es social y políticamente irreversible, se acabaron la era de las caricias y comienzan la de los mamporros: dinero caro para beneficio de los bancos y de las familias con alto poder adquisitivo… y para perjuicio de la generalidad.
Y así, mientras Trichet se empeña en una subida del precio oficial del dinero que destrozará las economías familiares españolas, los propagandistas gubernamentales siguen con la misma táctica: la política exterior española no es más que un instrumento de propaganda de ZP para uso interno.
Si en septiembre el BCE eleve los tipos, lo pagará la Europa del Euro menos pudiente. Pero, sobre todo, lo pagarán los españoles.