Como diría Borges de los peronistas, estos pacifistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles. Por el contrario, la paz tiene entidad por sí misma, por tanto, hay que construirla. Y no con el diálogo: el diálogo y la negociación son instrumentos de último recurso cuando la paz ya se ha roto.
Verbigracia: ¿De qué vale el diálogo con un dictador oligofrénico como el norcoreano Kim Jong-il, que sólo existe para adorarse a sí mismo. ¿Cuántas veces ha prometido a Occidente que se sentaría a negociar el desarme cuando lo único que pretende es ganar tiempo para poder disponer de un arsenal nuclear y conseguir el mayor objetivo de un megalómano: que el mundo muera con él. En los sueños del amigo Jong un personaje de su grandeza -no me refiero a su físico, que todos los dictadores son bajitos- no puede desaparecer si no es en medio del holocausto, como no puede vivir sino en medio de la adoración.
Cuando el pacifista Obama hace un llamamiento al mundo para parar a Corea del Norte el espectáculo resulta patético. Hace tanto tiempo que Pyongyang no hace llamamiento alguno. Como patética resulta la portada de El País del martes: El nuevo desafío nuclear de Corea del Norte desata la indignación mundial. Kim debe estar muy preocupado ante tamaña indignación. La prensa norteamericana, asimismo incurso en el universo pacifista, obamaniano, aseveró que la clave está en que la Casa Blanca logre convencer a Rusia y China para que le paren los pies a Kim en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es decir, recurrir a la mayor tiranía del mundo y a una dictadura mafiosa para pararle los pies a un sátrapa megalómano. Además, ¿a quién le importa la ONU?
Es más, los coreanos han aprendido que Occidente está muerto, que es incapaz de reaccionar, y que se puede burlar impunemente de Obama, Merkel, Sarkozy y compañía, por la sencilla razón de que no creen en lo que dicen., no creen ni en su historia ni en su identidad, que es cristiana. Y como no creen en sus principios tampoco están dispuestos a defenderlos ni a luchar por ello. Lo más terrible de lo acontecido el lunes, tras el nuevo desafío coreano, fue que las bolsas de valores permanecieron impertérritas: Occidente vive enrocado sobre sí mismo.
Que no, que no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón (no perdón sin arrepentimiento, pero no alarguemos tanto el asunto o no acabamos). ¿Posee Occidente armas pacíficas para luchar contra la tiranía? Por supuesto que sí. El autor de esa frase digna de frontispicio, Juan Pablo II, derribó al comunismo, la más larga y letal tiranía sufrida por la humanidad, con la sola fuerza de su palabra. Jamás empuñó una pistola y se cargó al Ejército Rojo, al sistema político rojo, a la economía roja, a la inmoralidad roja y a la gigantesca impostura del comunismo.
No le podemos pedir a Barack Obama -lo de ZP lo obvio- que tenga la coherencia y la valentía de Juan Pablo II, pero sí se puede pelear contra el oligofrénico norcoreano por otra vía que podemos calificar como proselitismo de la democracia. Por de pronto, no se puede luchar contra una tiranía -caso de China- comerciando con ella, porque uno se verá obligado a cerrar los ojos cuando el socio comercial se dedique a masacrar gente. La culpa del fundamentalismo islámico la tiene Occidente, que ha permitido que la cuna de esa teocracia anticristiana es anti occidental, que no es Irán, ni Iraq, sino Arabia Saudí, sea protegida por Estados Unidos por mor de su riqueza petrolera.
En segundo lugar, la mejor defensa -también la mejor defensa pacífica- es un buen ataque. Todo dictador se enfrenta a sus propias contradicciones y al odio de su pueblo. Si se quiere derrotar a Corea del Norte no hay que colocar a una flota frente a sus costas, entre otras cosas porque todo el mundo sabe, salvo los tiranos oligofrénicos, que nadie va a apretar el botón nuclear salvo que no le quede otro remedio. Y desde Iraq, incluso sabemos algo más: las guerras se ganan desde el aire pero luego hay que bajar a tierra, y es cuando empiezan los problemas. Y aún sabemos algo más: no se pueden matar moscas a cañonazos: los marines no vencerán al terrorismo, sino la información.
En resumen, las democracias ganan a la dictadura cuando desestabilizan a éstas. Kim Jong-il lanza a su comandos a secuestrar gente en Corea del Sur y Japón, supongo que con el único objetivo de aterrorizar a sus próximos. Pues Occidente debía llevar ya muchos años en combate con Pyongyang, ayudando a huir a sus disidentes, financiando un Gobierno en el exilio, trufando de espías Corea del Norte, con señales de radio y TV clandestinas, en definitiva minando al régimen, implantando la justicia en Corea del Norte, única forma de asegurar la paz. Esa es una guerra que se puede ganar o perder, pero es la guerra de los principios. Claro que para librar la batalla hay que tener principios, armamento del que Occidente anda más bien escaso.
Porque si todo eso falla, o pero, si ni tan siquiera se intenta, entonces queda la chorrada del diálogo o algo peor: el bombardeo desde el aire con el riesgo añadido de que Kim Jong-Il no es Sadam Husein: éste sí tiene armas de destrucción masiva.
Y es que no sé cómo se las arreglan los pacifistas para meternos siempre en las guerras más terribles. Si lo quieren resumido: el amigo Kim ridiculiza al mundo libre porque el mundo libre no quiere ser libre, sólo tolerante, no quiere ser cristiano, sólo progresista.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com