La semana pasada tuvo lugar el VI Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, con este motivo me parece conveniente hacer una reflexión.
Pienso que es importante recordar que el terrorismo es una deleznable expresión moderna del totalitarismo, de la presencia de mal en la vida de los pueblos y de las naciones. Nunca son demasiados los esfuerzos para acabar con el terrorismo y para acompañar a las víctimas de los atentados. Como recalcó en la inauguración del citado Congreso el Príncipe de Asturias, las víctimas son un referente moral para todos.
Esto significa que no caben en esta materia ni las dudas, ni las jugadas políticas, ni los cálculos de interés sobre si beneficia o no el protagonismo social de las víctimas, sobre a quién beneficia, o sobre las estratégicas equidistancias culturales, religiosas o sociales. Digo esto porque tengo la sensación que a veces los políticos, en este sentido, no están a la altura.
En cambio, la Iglesia en España, en su documento sobre la valoración moral del terrorismo, nos recuerda que atender a las personas golpeadas por la violencia es un ejercicio de justicia y caridad social y un camino necesario para la paz. Este camino es tarea de todos.
Jesús D Mez Madrid