Sr. Director:

En las décadas de los años cuarenta y cincuenta, cuando España y Europa salían de dos guerras devastadoras, la mayoría de los ciudadanos no tenían casi de nada y todos lo compartían todo con absoluta felicidad, con tal de cubrir las necesidades mínimas del colectivo.

Hoy en día sucede todo lo contrario: la mayoría de la población tiene de todo y en abundancia y, a pesar de ello, la sociedad vive insatisfecha porque en este mundo no hay nada material que llene por completo.

Las personas se encierran en sus bloques de cemento, a duras penas conocen a sus vecinos del mismo rellano y todos competimos entre todos, para demostrar quien es el más inteligente, quien gana más dinero y quien es capaz de amontonar más trastos inútiles en su domicilio, trastos que sólo sirven para halagar nuestro ego y nuestra vanidad.

Volvemos a lo de siempre, las desgracias colectivas unen a las personas, pero la riqueza las separa y éste es también el motivo por el que desciende la natalidad. Antiguamente, las personas se casaban con lo puesto y eran la mar de felices. Hoy en día, si no tienes piso, un buen coche, un trabajo solvente y no te vas de viaje de bodas al otro lado del charco, entonces eres un desgraciado que no hace las cosas como se deben hacer. Me gustaría haceros ver que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita; y que la felicidad no está en tener cosas, sino que la felicidad está en que las cosas, no te tengan a ti.

Josep Martínez

bRUNO6@hotmail.com