La Edad Media tiene mala prensa, por lo que no pasa día sin que sesudos articulistas, utilicen el adjetivo medieval como sinónimo de ignorancia, crueldad y oscuridad. No necesito decirles que, por contra, la modernidad, se refiera a lo que se refiera, que no está claro, es sinónimo de lo todo lo contrario: vida, alegría y desenfado.
Lo cierto es que cualquiera que analice sólo los colores de la edad Media: el grana, el oro, azul turquesa, podría calificar la era más larga de la historia de la civilización -unos 1.000 años- como la más alegre de todas, comparada sobre todo con el tono gris del maquinismo moderno. Pero, aunque debería, a lo mejor el argumento no acaba de convencer.
Por ejemplo, el mundo medieval creó tres pequeñas instituciones sin importancia: las catedrales, la universidad y el Parlamento.
Las catedrales son piedra viva, no sólo obra de arte. Constituyen, aún hoy, el eje de la vida y del arte ciudadana. Su majestuosidad quizás no precise mayor glosa.
La universidad es otra realización medieval, y aún continúa siendo el eje de la educación y de la cultura. Han sobrevivido al paso de los tiempos y sigue a la cabeza de la cultura -sea lo que sea eso- y la investigación -que tampoco lo tengo muy claro-.
Los medievales inventaron el Parlamento, y la historia de las autonomías españolas no es otra cosa que la de los parlamentos vigilantes del poder real o feudal, las más de las veces, en contra del tópico, para imponerse a ambos. Al igual que catedrales y universidades. El Parlamento es la pieza clave de la vida política, por más que la modernidad no es más que un intento, a través de diversas formas, de imponer el despotismo ilustrado -o así se denominan ellos-, con la primacía del poder ejecutivo sobre el legislativo, considerado, cada lustro que pasa, más ornamental que real. ¿O es que el Parlamento europeo pinta algo? ¿O es que el Parlamento español pinta algo si no es como correa de transmisión del Ejecutivo y como tribuna pública-estudio de TV?
Tras el lamentable Pienso luego existo, el hombre sustituyó a Dios, lo que no parece una buena idea, y entonces llegó la modernidad, que aportó la extensión de la guerra a la población civil, la sociedad militarizada -los ejércitos medievales eran de quita y pon, acabada la guerra se disolvían-, los bombardeos masivos, el mercantilismo, la oligarquía y la plutocracia. Ahora estamos inventando el derecho internacional que, si nos descuidamos, nos llevará de la mano a la dictadura global.
La Edad Media construyó la síntesis entre catedral, universidad y Parlamento, es decir, entre Jerusalén, Atenas y Roma. Por contra, la modernidad se basa en el triángulo, Washington-Pentágono, Nueva York-Wall Street y la Bruselas burocrática. Yo me quedo con la Edad Media: sin mirar.
Eulogio López