Sr. Director:
Siempre se ha dicho que es más fácil destruir que construir. El matrimonio ya no es una excepción: cuatro meses para una boda y tan sólo tres para poder divorciarse. Hablamos mucho de libertad pero nos olvidamos que su ejercicio comporta siempre una responsabilidad. Puedo elegir entre hacer muchas carreras universitarias, pero, una vez he elegido, debo esforzarme en sacarla adelante, aunque requiera su esfuerzo y no siempre sea un camino de rosas.
Asimismo, soy libre de escoger quién debe acompañarme en mi proyecto vital, pero una vez he elegido, debo serle fiel y darme del todo al otro, a pesar de las dificultades, que, como todo en la vida, las habrá. Hemos destruido socialmente y legalmente el valor del matrimonio. Sin matrimonio no hay amor como donación. Y sin amor resulta extremadamente difícil ser feliz, si no imposible. Prepárense para muchos años más de depresiones y Prozac.
Joaquim Bosch Barrera
kim@girona.com