Según la revista France Football, el jugador David Beckman es uno de los futbolistas que más ingresos anuales tuvo, con 25 millones de euros.

El salario y las primas fueron de 6,4 millones, pero los ingresos por publicidad han hecho que se disparen sus ingresos; es la imagen de una marca de telefonía móvil, de bebidas, de ropa deportiva y de máquinas de afeitar, entre otras.

También Michael Phelps, se ha trocado en el bañista más célebre y en uno de los famosos más acosado por los grandes anunciantes. Los duchos en marketing tasan su caché en unos 30 millones de dólares anuales.

Asimismo, Rafa Nadal, con 22 años, ha obtenido más de 12 millones de euros en premios, a los que hay que sumar los contratos publicitarios que tiene rubricados con una marca de automóviles, una marca de ropa deportiva, bebidas, relojes y seguirá siendo el prescriptor de una entidad bancaria y de una compañía de seguros. Las cifras exactas de los contratos publicitarios son uno de los secretos mejor guardados por Toni, su manager.

También presta su imagen el futbolista Iker Casillas para una marca de zapatillas. Roger Federer es el prescriptor de una marca de cronómetros y Pau Gasol es el perfil de una marca de videojuegos. 

La fuerza de la publicidad en la creación de pautas de comportamiento no se pone en duda. La mayoría de las campañas publicitarias llevan incorporadas ese elemento de status con el que sugerir su identificación. Para ello se utilizan personajes famosos con los que atraer la atención de los consumidores.

Mantener a un famoso como modelo exige de éste, un ético protagonismo público. El consumidor no se identifica con los fracasos y sólo sigue las conductas de los famosos cuando los personajes a imitar son sublimes.

Clemente Ferrer Roselló

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