La sorprendente historia de Sánchez Marín

Levantar el vuelo no tiene ciencia, lo difícil es aterrizar. El dicho de los pilotos vale para el avión, pero no para hacer despegar una aerolínea, al menos en el caso de Santiago Sánchez Marín (Madrid, 1952), presidente de Gadair, que rivaliza con Iberia para comprar Spanair. Procedente del mundo del ladrillo, aunque ingeniero industrial de formación, Sánchez lleva desde 2005 tratando de lanzar una compañía que de momento sólo opera vuelos chárter, con un solo avión.

Pese a la falta de rodaje en la gestión de un negocio tan complejo, Sánchez Marín, un optimista padre de siete hijos, se ha lanzado a la puja por Spanair de la mano de Bin Salem, un fondo de Abu Dabhi, y el portugués Longstock Financial. Daba por hecho que la segunda mayor compañía española sería suya porque su dueño, el grupo escandinavo SAS, había sugerido que se la llevaría el mejor postor. Pero esta semana se conoció, tras la ruptura de Gadair con Longstock, que de momento los nórdicos no le incluyen en la fase final de la venta.

Sánchez Marín confiaba en que los petrodólares de sus socios serían suficientes para convencer a SAS, pero por si acaso se trabajó también a la clase política catalana, enfrentada a Iberia desde hace dos años por la retirada de vuelos de esa compañía del aeropuerto de El Prat, que confió a su participada Clickair.

Sin embargo, el inicial entusiasmo catalán por el hecho de que hubiese una apuesta firme por los vuelos transatlánticos desde Barcelona se ha ido enfriando con el paso de los días. Sánchez Marín prometía conexiones con países africanos (en su trayectoria profesional figuran trabajos en Mozambique y Eritrea) y con hispanoamericanos, como Ecuador y Nicaragua.

El primer destino anunciado de Gadair será Bahrein, aunque aún no se han puesto en venta los billetes. Todo un alarde de exotismo de la empresa, que raramente encajará con el pragmatismo de la rabiosa competencia.

Tampoco ha tranquilizado a los empleados de Spanair que el presidente de Gadair haya prometido mantener los puestos de trabajo, ni que haya contratado como consejero delegado a André Rosé, ex presidente de Gulf Air y Swiss. De Sánchez Marín dicen que "vive para trabajar en vez de trabajar para vivir", en palabras de su reciente socio en la compañía aérea Hola, Mario Hidalgo. Una visión del mundo que no le vendrá mal en un sector en el que los recelos hacia el recién llegado son crueles y cualquier error se paga con la denegación de pista para despegue o con el aterrizaje forzoso.