El bien y el mal existen en el mundo y no puede haber acuerdo entre ellos: es la cita que resume el mandato Bush. El presidente saliente ha fracasado en su lucha contra el terrorismo y en su alianza con Wall Street. Obama va a mantener la misma política exterior y la misma política económica. Marcará distancias con los republicanos con un fomento rabioso del aborto y la manipulación de embriones, con el homomonio... y con las energías renovables.

Independencia de las ideologías, clama Obama, y tolerancia, mucha tolerancia. Eso sí, disfrazándose nada menos que de Abraham Lincoln, incluido viaje en tren desde Filadelfia, cuna de la nación. Las referencias a la ausencia de ideologías es propio de dos tipos de políticos: de quienes luchan contra el sectarismo y de quienes no creen en nada.

Por contra, en su breve discurso de despedida, George Bush habló del bien y del mal. El presidente saliente, en su cota más baja de popularidad, lo expreso con poca retórica y mucha sencillez: A algunos les molesta que hable del bien y del mal... pero el bien y el mal existen en el mundo, y no puede haber acuerdo entre ellos.

Por contra, Obama repite las palabras del Zapatismo que, para asombro de propios y extraños, se ha convertido en su referente: Ninguna cultura es mejor que otra, lo que importa es que todas se respeten. Ninguna vale más otra porque ninguna vale nada. En cualquier caso, convicciones frente a relativismo, creer en algo o no creer en nada, ética frente a progresismo, Bush frente a Obama.

Balance de la era Bush: el presidente ha cometido dos grandes errores. Lanzar una guerra contra el terrorismo basado en los bombardeos. No ha entendido que, contra el terrorismo, no se puede luchar con marines, sino con información. Y no, Bush no ha conseguido llevar la democracia a Afganistán y a Irak. Democracia es algo más que votar cada cuatro años.

El segundo error ha sido su empeño en salvar a Wall Street con subvenciones, endeudando al país para varias generaciones y afianzando la especulación de los operadores financieros.

Ahora bien, no va a haber cambios con Obama ni en política exterior ni en economía. Hillary Clinton, nueva secretaria de Estado, fue quien amenazó con borrar a Irán del mapa. La política exterior no variará con Obama y el cierra de Guantánamo -y es bueno que se cierre- no supone mucho más que una anécdota.

Respecto a la crisis, Obama ya ha advertido que sus promesas electorales sobre reducción de impuestos deberán revisarse y, sobre todo, ya en campaña electoral, aprobó con entusiasmo los planes de rescate financiero de George Bush.

El populismo del nuevo presidente se deja ver, sobre todo, en su apuesta por las energías renovables, donde pone como modelo a España. Asombra que, en pleno chantaje ruso del gas, la apuesta del nuevo presidente sea la energía solar y el modelo español, donde el ecologismo primario y populista de Zapatero ha provocado una energía carísima, la desindustrialización de España y, eso sí, que una serie de familias ya millonarias, como los Entrecanales o los Benjumea, se hayan hecho mucho más millonarios con las subvenciones públicas a las energías verdes, única manera de hacerlas rentables.

Occidente necesita de la energía nuclear, la energía más barata, la energía de los pobres, y la única que puede salvarle del chantaje de países dictatoriales, como Rusia, Irán, Argelia, libia, Arabia Saudí o Venezuela. Pero Obama necesita explotar la leyenda verde para mantener su popularidad. Y hay algo más en lo que se parecen Obama y ZP: en su obsesión enfermiza por el poder.

Por tanto, ¿dónde está el cambio? Pues en lo que ZP llamaría cuestiones morales: Obama es un entusiasta de la muerte legal del no nacido: aborto radical, manipulación radical de embriones, matrimonio gay, etc.

El progresismo relativista europeo, el mayor productor de amargura del mundo, ha llegado a Estados Unidos. Su nombre: Barack Obama.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com